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El mapa adjunto selecciona 76 yacimientos arqueológicos de época ibérica, según los criterios de aquéllos que se consideran ciudades, de los asentamientos/poblados en los que se han realizado catas y excavaciones a lo largo de este siglo y de los alfares de cerámica ibérica. La desigual distribución geográfica que presenta, concentrándose la mayoría al sur del Ebro, es también un reflejo del total de estos yacimientos actualmente identificados en Aragón: 47 en la provincia de Huesca, 111 en la de Zaragoza y 281 en la de Teruel. Sin embargo dicha visión más que corresponder a la realidad refleja una desigual densidad en las investigaciones, ya que el mayor número de las mismas se han concentrado en la provincia de Teruel. El primer impacto iberizador se ha detectado en las comunidades bajoaragonesas del Bronce Final-Hierro I, que sufren un paulatino proceso de transformación gracias a los contactos con pueblos colonizadores (inicialmente fenicios y a partir del 500 griegos) y con indígenas ya iberizados de la zona costera. Aparecen objetos importados que serán asimilados en su tecnología, formas y funciones, dando lugar a la aparición del torno, metalurgia del hierro, etc., así como a un desarrollo de la estratificación social y a un aumento de la producción de excedentes. En la transición del Ibérico Antiguo al Pleno (entre el 550 al 475) se observa una ruptura en el proceso iberizador. Se destruyen y abandonan poblados que se ven sustituidos por asentamientos de nueva ubicación, que sintetizarán formas antiguas de urbanismo en torno a una calle central, con novedades como casas de espacios más compartimentados, viviendas de dos pisos, presencia de torreones en su sistema defensivo. Asistimos a una intensa ocupación del territorio con densidades desconocidas hasta la fecha y la diferenciación de grupos étnicos con entidad territorial como las distintas tribus ibéricas y celtibéricas. Si bien al final del Ibérico Pleno, durante el s. III, podemos señalar la aparición de la ciudad, va a ser en el Ibérico Tardío durante los s. II y I a. de C. cuando asistimos a un gran desarrollo con nuevas fundaciones, coincidiendo con el momento de mayor esplendor cultural y económico: apogeo de la cerámica indígena con decoraciones de gran personalidad de Azaila, Alto Chacón y Alcorisa; acuñaciones ibéricas, emisión de documentos públicos, intensas explotaciones mineras, desarrollo de regadíos, etc. La ciudad sustituye a la tribu en el papel social y organizador del territorio, se configura como centro jerarquizador dando lugar a la aparición del estado. Sin embargo el papel de Roma, especialmente a partir de la conclusión de las guerras celtibéricas, dará lugar a un control de la autonomía política y económica. Se observa cómo en las ciudades se adoptan modelos itálicos como la casa de planta pompeyana de 900 m2 de la Caridad de Caminreal. Mientras en la zona oriental del Ebro encontramos una continuidad en varios poblados y ciudades hasta época imperial, en el centro del valle del Ebro se perciben destrucciones, que actualmente se vinculan a las guerras sertorianas. La transici6n a un nuevo orden es paulatina, pero encontramos un momento clave en el período entre César y Augusto, con el surgimiento de nuevas ciudades y la aparición de acuñaciones hispanolatinas. BIBLIOGRAFÍA
.ATRIAN, P.; VICENTE, J.; ESCRICHE, C. y HERCE, A.
I. (1980): Carta
Arqueológica de España. Teruel. Teruel.
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