ÍNDICE POR ÉPOCAS

PREHISTORIA

3. NEOLÍTICO · V. Baldellou. 1991.

En estos últimos años, el panorama del Neolítico en Aragón ha sufrido una profunda transformación. Los recientes estudios sobre el tema han permitido no sólo incrementar notablemente el número de yacimientos atribuibles a dicha época, sino también corregir pretéritas filiaciones erróneas e incluso establecer una secuencia cronológica que hasta hace muy poco era imposible de determinar. No obstante, hay que tener en cuenta que la investigación metódica del Neolítico aragonés se encuentra en los primeros estadios de verificación, por lo que conlleva una serie de defectos y lagunas que implican que sus resultados tengan aún que permanecer sujetos a posteriores revisiones y ofrezcan un marcado cariz de provisionalidad.

A la luz de las informaciones que actualmente pueden barajarse, es posible distinguir tres etapas consecutivas en el desarrollo del Neolítico en tierras aragonesas:

I. Neolítico antiguo (5000-4000 a. de C.)

Correspondería a la primera fase de neolitización de nuestra región y se caracterizaría por la utilización de cerámicas decoradas mediante impresiones en crudo, entre las que habría que destacar, como las más típicas, las conseguidas por medio de un molusco marino, el «Cardium adule» o berberecho, que da el nombre de «cerámica cardial» a las alfarerías ornamentadas de tal modo. Puede subdividirse en otras dos fases:

a) 1. a Fase o Cardial Pleno (5000-4400 a. de C.). Apogeo de las decoraciones cardiales y ocupación de cuevas y abrigos como lugares de habitación. Pueden referirse a este momento cinco yacimientos, los cuales muestran una distribución muy concreta dentro del solar aragonés: Cueva de Chaves (Bastarás) y Cueva del Moro (Olvena), sitas en las Sierras Exteriores del Prepirineo oscense, y los abrigos de Botiqueria dels Moros (Mazaleón), Costalena y El Pontet (Maella), que se localizan en el Bajo Aragón, en la cuenca del Matarraña. Els Secans (Mazaleón), en la misma comarca, resulta más dudoso de incluir en este horizonte concreto, si bien podría enmarcarse en un momento de transición entre el Epipaleolítico y el Neolítico.

Aunque las estaciones mencionadas ofrecen claras analogías en cuanto a la presencia de cerámicas cardiales y a las dotaciones conseguidas en ellas, los respectivos elementos diferenciadores son asimismo de suma importancia. En efecto, los yacimientos bajoaragoneses parecen encontrarse inmersos en una conducta económica de fuerte arraigo epipaleolítico y, aunque ello no impida que reciban aportaciones de índole material (entre ellas la cerámica) que deben clasificarse como neolíticas, éstas pueden representar simples intrusiones técnicas en un contexto presidido por los modos de vida tradicionales, los cuales no parecen verse modificados. Por el contrario, la Cueva de Chaves pone en evidencia un asentamiento humano enteramente neolitizado, en el que la caza y la recolección han perdido su protagonismo en aras de las nuevas formas económicas, sobre todo, la ganadería. De la Cueva del Moro de Olvena poco puede decirse al respecto, pues ha sido objeto de continuadas excavaciones clandestinas que han destruido la práctica totalidad de su depósito arqueológico y que impiden la obtención de los datos necesarios. Señalaré únicamente que en el Moro no han aparecido decoraciones cardiales, aunque, a la vista de su penoso estado y de la penuria de hallazgos que en nuestro estudio se produjeron, no puede descartarse su presencia de manera categórica.

Las dotaciones radiocarbónicas conseguidas para este momento son las siguientes: 4470 a. de C. (Costalena), 4420 (Pontet), 4820,4700, 4540,4510 y 4380 (Chaves) y 4600 (Moro).

b) 2. a Fase o Cardial final (4. 400-4. 000 a. de C.). Fuerte descenso porcentual de las ornamentaciones cardiales y aumento de las impresiones de índole diversa. Hasta ahora, este estadio sólo ha podido identificarse en la Cueva de Chaves, la cual ha proporcionado unas dataciones de 4380, 4310, 4280 y 4170 para su segundo horizonte neolítico.

II. Neolítico medio (4000-3500 a. de C.)

Constituye, en realidad, una prolongación material y cultural del Neolítico Antiguo, con el que se encuentra íntimamente imbricado. Es por ello que cabe considerarlo como una tercera fase del período precedente.

c) 3 a Fase o Epicardial. Abundantes cerámicas impresas e incisas, entre las que se encuentran totalmente ausentes las de tipo cardial. Las estaciones representativas de esta etapa se centran especialmente en las sierras prepirenaicas oscenses: Espluga de la Puyascada, Cueva del Forcón (S. Juan de Toledo), Cueva de la Miranda (Palo), Abrigo del Huerto Raso (Lecina) y Cueva de Gabasa (Gabasa). Pese a su reciente descubrimiento, podrían incluirse en este apartado los poblados de Alonso Norte (Alcañiz) y del Torrollón (Usón), muy interesantes por tratarse de los primeros establecimientos humanos al aire libre de época neolítica que se conocen en Aragón.

Las únicas fechas de que disponemos para delimitar cronológicamente esta tercera fase provienen de la Espluga de la Puyascada (3980 y 3630 a. de C.).

III. Neolítico reciente (3500-2500 a. de C.)

Simboliza el capítulo más aleatorio y confuso del Neolítico aragonés. La documentación disponible nos muestra un aspecto difuso e inconexo, con datos sueltos muy difíciles de cohesionar entre sí: los fondos de cabaña de Los Ramos (Chiprana) han dado una fecha de 3100 a. de C. para una industria lítica completamente atípica; el nivel b de Pontet (3500 a. de C.) ofrece cerámicas lisas y suaves cordones, también lisos, dentro de un conjunto material poco característico; las sepulturas de Mina Vallfera (Mequinenza), con dataciones de 2810 y 2370 a. de C., revelan un contexto arqueológico poco homologable en Aragón y más relacionable con los «sepulcros de Fosa» catalanes o con los enterramientos neolíticos del delta del Ebro; mención aparte merece el poblado de Riols (Mequinenza), el cual proporciona unos materiales que parecen encuadrables en este período, aunque su cronología radiocarbónica (4090 a. de C.) no resulte concordante con dicha aseveración.

En la provincia de Huesca sería imposible suponer una pervivencia de las cerámicas impresas del todo punto desusada, pervivencia abonada, junto con otros datos que no van a comentarse aquí, con la data absoluta de 3210 a. de C. obtenido en la Cueva del Moro, para un nivel con impresiones ya muy degeneradas.

NOTA: En la confección del mapa del Neolítico y en la de su texto correspondiente, he preferido adoptar un criterio notablemente restrictivo y hacer mención únicamente de los yacimientos cuya adscripción al citado período no ofrezca lugar a dudas. Dado el carácter abierto de la obra, he optado por dicha vía y no por la de incluir todas las estaciones que han aportado materiales sueltos, en ocasiones de filiación no demasiado segura, que podrían clasificarse como neolíticos: siempre es mejor proceder a una ampliación posterior de los puntos marcados en el mapa que a la eliminación de algunos de ellos, apuntados sin las garantías suficientes. Así pues, se han excluido yacimientos tales como la Cueva de las Brujas de Juseu (con escasos elementos cerámicos impresos, de atribución no siempre incuestionable, que tampoco avalan la existencia de un momento de ocupación neolítico) y como otros ubicados en los alrededores de Albarracín y de Alcañiz, estos últimos todavía en fase de estudio y cuyos resultados pueden añadir nuevos e interesantes datos a los vertidos en mi exposición (Los Panizales, Las Torrazas, San Bartolomé I, Valdepascual, etc.).

BIBLIOGRAFÍA

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