ÍNDICE POR ÉPOCAS

EDAD MODERNA

71. LA INDUSTRIA EN ARAGÓN (SIGLOS XVI-XVIII) · G. Redondo Veintemillas.

Los tres siglos asignados a la Modernidad aragonesa -XVI, XVII y XVIII- no dejan de ser una simplificación y un convencionalismo que resultan útiles en el momento de aproximarse a hechos de masas y que por tanto requieren el examen de amplios períodos de tiempo. Pero lo cierto es que no existe una solución de continuidad en el siglo XV y el «sector industrial» continúa actuando de modo semejante en los siglos siguientes, de modo que ha podido afirmarse que las actividades económicas de mayor relieve, como eran la agricultura, la industria textil y el comercio se mantuvieron con unas estructuras prácticamente deudoras de lo anterior y llegaron de semejante manera al siglo XIX.

Partiendo de una aproximación al tema de -más que industria- las actividades industriales en Aragón y con todas las dificultades que ello representa, podríamos examinar tres fases correspondientes a los tres siglos de referencia; la última de ellas dentro de unas estructuras políticas (la nueva administración borbónica) que posiblemente debieron condicionar en notable medida un cierto desarrollo; las dos anteriores con la antítesis que representa una expansión seguida de una contracción. La propia organización del trabajo continuó desarrollándose dentro del sistema gremial, pero solamente donde el nivel poblacional lo permitió o fue estimulado y financiado por el sector comercial (iniciativa de algunos mercaderes).

Las actividades industriales que continuaron destacando en Aragón fueron las componentes de la trilogía que satisfacía las necesidades humanas básicas: alimentación, vestido y vivienda. Los diversos trabajos textiles -con lana, lino, algodón, seda y cáñamo- siguieron ocupando un lugar destacado como herencia de otros tiempos, y durante el siglo XVI no parece que hubiera cambios notables en la trayectoria expansiva, especialmente en Zaragoza capital del antiguo Reino-, pero sin que olvidemos distintos núcleos importantes por su producción de tejidos de lana como eran Teruel, Albarracín, Cantavieja, Aliaga, Rubielos, Castellote, Calcena, Tarazona, Huesca, Barbastro, Ejea, Tauste, Sariñena, Híjar y otros lugares (por el Pirineo, por ejemplo) de menor volumen, partiendo de una producción total de materia prima calculada en unas 150.000 arrobas ya en el siglo XVII; más modesta fue la producción de seda, calculada en unas 40.000 Iibras y con la que se producían velos, terciopelo y tafetán. Del mismo modo puede advertirse la presencia de otros textiles como los fabricados con cáñamo, esparto y junco, concretados en alpargatería, esterería, cordelería y cestería; o, en otros niveles más modestos, los tejidos de lino y algodón. Tampoco debe olvidarse la dedicación a la producción de artículos de cerámica, vidrio, madera, u obtención de metal, piel-y sus derivados, como el calzado-, tintes y cera.

La débil administración central del Reino aragonés, que contaba con una geografía adversa-sin comunicación directa con el mar-y unas estructuras económicas y sociales frenadas en su evolución por los privilegiados (además de otros factores, desde los climáticos) condicionaron el difícil siglo XVII. Las respuestas de algunos aragoneses sólo tuvieron un eco atenuado por la falta de constancia y desde luego organización; es el caso de la búsqueda de salida al mar, frustrada tras conseguir mejoras viarias hacia el sur, o la instalación de alguna «fábrica» de tejidos en Zaragoza, e incluso la presencia de mercaderes-patronos (entregaban materia prima a los artesanos y después adquirían sus productos para comercializarlos). Pero no parece que todo ello produjera un cambio trascendental en el país: la administración siguió los vaivenes de la política fijada por la Corona; la «carretera sur» se perdió y fueron inútiles los esfuerzos de fin de siglo para reactivar la economía; por otro lado el sistema gremial continuaba dominando la parte más destacada de la actividad industrial, de modo destacado en Zaragoza.

La tradicional exportación de materias primas e importación de productos elaborados conoció una polarización de su tendencia en 1675. Se puede indicar que la diferencia con las importaciones de Navarra, Valencia, Castilla y Cataluña obligaba a fijarse con más atención en la frontera francesa. De estos territorios hispanos sólo se indica lo referido a textiles, pero parece suficiente para demostrar su escasa importancia al comparar las 1.234 libras, 5 sueldos y 5 dineros, con las 42.075 libras de las importaciones de Francia. Es necesario conocer que en 1672 el producto arancelario de la lana exportada sumaba más de 10.421 libras y, tres años más tarde, descendía a 7.305 libras, 7 sueldos y 2 dineros, a la vez que se producía un fenómeno de signo contrario en un sector de las importaciones, con 10.686 libras en 1672 y 12.527 libras en 1675. Puede pensarse que las 42.075 libras de las importaciones de 1675 debieron asustar de tal modo en las Cortes de 1677 que la solución aceptada consistió en la aprobación del fuero «Prohibición de entrar y vender texidos extrangeros y nuevo establecimiento del comercio», con duras medidas arancelarias. Teniendo presente la conocida debilidad del Estado aragonés, no es extraña la imposibilidad de aplicación de una normativa que exigía no sólo la colaboración desde los municipios -institución que se enfrentó con la Diputación del Reino, de modo especial Zaragoza- sino también por parte de gremios y mercaderes. En el subsector textil -más conocido- se produjo un caos de adulteraciones y fraudes fiscales cuya trascendencia no se puede valorar con precisión pero que tuvo efectos calamitosos. Del proteccionismo se pasó a una cierta liberalización del comercio en las Cortes de 1684-87; tiempo, por otra parte, coincidente con el debilitamiento de la presión colbertista y una cierta mejora de la coyuntura.

El cambio obrado en las instituciones aragonesas tras las Guerra de Sucesión-Nueva Planta-debió influir en el ánimo y la organización -el sistema fiscal y aduanero-de Aragón, preparando sus débiles estructuras para un choque fatal con la periferia. De casi nada servirían los telares del Hospicio de la Misericordia de Zaragoza, con su producción de paños y bayetas toscos (excepto los "buratos" y "eternas"), ni la flamante Compañía de Comercio y Fábricas de la misma ciudad (así como muy localizados experimentos: la fábrica de curtidos o el molino de papel de Graus, o la fábrica de tejidos de Gelsa), que fundada en 1746 no vio en su integridad el principio de la centuria siguiente. También declinaron los productos textiles de Ejea y Tauste, al igual que las bayetas de Huesca y Sariñena, resultando para el autoconsumo los paños de Borja, si bien se mantuvo la pañería y bayetería en Tarazona, y en Épila. La iniciativa individual dio en Bujaraloz una importante industria textil que imitaba tejidos ingleses pero que desapareció al faltar financiación. De este modo y, salvo excepción (siguieron siendo apreciados los curtidos de Calatayud o los propios de Brea así como sus calzados, al igual que el papel fabricado en Castejón, que se vendía hasta en Madrid), únicamente cupo un desarrollo mediocre a pesar del impulso del Canal Imperial, muy importante para el sector primario incluso en otros sectores, que permitió el mantenimiento de las estructuras gremiales, sin que la actuación de los ilustrados de la Real Sociedad Económica de Amigos del País pudiera introducir grandes cambios o de trascendencia.

El mapa de Aragón presentado refleja la distribución secular de materias primas y de los distintos productos principales elaborados en Aragón. Como características, destacan la dispersión general, la concentración de actividades en la capital -especialmente-, Teruel, Huesca y Barbastro, y el desarrollo textil concentrado en el sudeste.

BIBLIOGRAFÍA

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