ÍNDICE POR ÉPOCAS

EDAD MODERNA

68. LA GUERRA DE SUCESIÓN EN ARAGÓN (1700-1710) · J. A. Armillas Vicente.

El testamento de Carlos II no fue objetado en Aragón. Felipe V había jurado los Fueros el 17 de septiembre de 1701. Y las Cortes reunidas en Zaragoza desde el 26 de abril de 1702, no permiten detectar animosidad alguna contra la nueva dinastía. No obstante, la inconclusión de las Cortes permite señalar, cuando menos, un cierto desinterés del monarca por el Reino de Aragón, que difícilmente habría de ser entendida por los aragoneses, sumándose así, la animosidad anti-castellana a la hostilidad anti-francesa, tan reiteradamente manifestada desde la Guerra de Cataluña.

Aun así, en los dos años sucesivos, nada hacía sospechar que hubiese mudanza alguna en la aceptación dinástica, ante la contienda internacional que se aproximaba, que no fuese provocado por la presión fiscal y la conspiración urdida, en favor del pretendiente Carlos, Archiduque de Austria, por el Conde de Cifuentes, quien sembró una activa semilla antiborbónica en Teruel, Albarracín y en el Bajo Aragón en la primavera de 1705. En la propia Zaragoza viejos antagonismos entre aristocracia y baja nobleza con burguesía, continúan disputando el control del poder municipal. De aquélla, sólo notables excepciones abrazarían al pretendiente "carlista". El resto de la nobleza titulada se mantendría afecta a Felipe V. El 19 de junio de 1706, Carlos III había dirigido una proclamación a la ciudad de Zaragoza y al Reino de Aragón, apelando a la fidelidad de los aragoneses y prometiendo la conservación de Fueros y privilegios. La caída de la Ciudad Condal, primero, y el incontenible avance sobre la raya oriental aragonesa obliga la defensa del eje Fraga-Caspe-Maella. Ya a fines de 1705, el territorio comprendido entre el Cinca y el Segre había caído en manos de las fuerzas aliadas. El conde de Cifuentes había acudido a las tierras del Bajo Aragón, que tan bien conocía; y en el norte, se rindieron Ribagorza y otros valles pirenaicos. Sólo Jaca permaneció fiel a Felipe V, a la sombra del apoyo bearnés. En la primavera de 1706, un contraataque del Príncipe Tserclaes de Tilly, hizo retroceder a los «carlistas» hasta Lérida. Pero el fracaso de esta contraofensiva, dirigida a la recuperación de Barcelona se saldó con tal fracaso, que el monarca hubo de volver a Madrid regresando por territorio francés.

En el verano de 1706, ante la inminencia de la llegada del conde de Noyelles, anunciada por Carlos III, las ciudades de Zaragoza y Huesca, se aprestaban a su defensa.

El 29 de junio llegaron noticias oficiosas de la Corte a Zaragoza de que dos días antes había sido proclamado Rey en Madrid Carlos III. El alarde preparado mudó de signo y fue unánime el clamor a favor del nuevo Rey. El Jurado en Cap, flanqueado por tan distinguidos y conocidos «carlistas» como el Conde de Sástago y el Marqués de Coscojuela, pasaron revista a las tropas que ahora vitoreaban a Carlos III, como apenas unas horas antes habían hecho lo propio con Felipe IV de Aragón. Ni el Conde de Noyelles ni Carlos III, que entró en Zaragoza el 15 de julio, apenas hicieron mudanza alguna en las personas que estaban al frente de las instituciones del Reino.

Desde Zaragoza, el ejército «carlista» se dirigiría contra los focos "felipistas" y asegurar la causa de Carlos III. Murillo de Gállego, Esquedas, Lierta y Erla serán fuertemente armadas y cabeza de lanza contra las Cinco Villas que, con la excepción de Ejea, mantienen la fidelidad borbónica. Daroca, San Martín del Río, Brea y El Frasno, recibirán, con igual destino, importantes armamento y munición. La fortificación de Mallén y Magallón tienen como objetivo la captura de Borja, mientras que Tarazona había fortalecido su defensa con la ayuda del obispo de Calahorra. Y en el norte, el castillo de Aínsa, que había resistido en la retaguardia aliada, acaba rindiéndose el 15 de septiembre de 1706; el 5 de octubre eran asediadas Canfranc y Tauste; el 12, Borja; el 19, Sádaba; y el 24 de diciembre las armas de Carlos III entraban victoriosas en Calamocha.

La reacción de Felipe V será sorprendente. Dueño nuevamente de Madrid el 3 de agosto, dirige sobre Aragón una ofensiva fulminante. El nuevo Comandante General del ejército de Carlos III, Conde de la Puebla, reúne en Luceni contingentes armados llegados de Zaragoza, Gallur, Tauste, Utebo, Monzalbarba, Alagón, Zaragoza, La Puebla de Alfindén, Zuera y La Muela; además de tres regimientos de Infantería llegados al Reino desde Cuenca; y dos de caballería, desde Valencia.

A mediados de octubre, los «felipistas» intiman a Daroca a la rendición, y los «carlistas» envían algunas ayudas desde Épila y Calatayud. El Conde de la Puebla, que a primeros de noviembre de 1706 asegura la fidelidad Carlista de Teruel, marcha en ayuda de Calatayud y comunica a Zaragoza que el Príncipe Tserclaes de Tilly, generalísimo francés, avanza desde Tudela con 4.000 hombres, cayendo sobre Mallén y Tauste y envolviendo a Magallón y Borja.

Diciembre de 1706 evidencia una gran actividad defensiva contra el avance del ejército de Felipe V. Pero la batalla de Almansa, el 28 de abril de 1707, acabaría por minar los fervores «carlistas» del Reino; y el día 26 del mes siguiente, mayo, el Duque de Orleáns entraba en Zaragoza y restauraba el «orden» borbónico. La «Nueva Planta» sería decretada por Felipe V, el 29 de junio de 1707. Aragón perdía sus Fueros y sus instituciones propias.

No obstante, la guerra no había terminado. Al comienzo de la primavera de 1710, el generalísimo «carlista», Stahremberg, lanzó una eficaz ofensiva sobre la raya oriental de Aragón. E1 3 de mayo, Felipe V fue derrotado en Almenara el día 27 de julio. Retirado a Zaragoza, se organizó en la ciudad la resistencia contra el invasor que capturaba Huesca el 10 de agosto y se acercaba con celeridad a la ciudad del Ebro. La batalla del Barranco de la Muerte, entre la Cartuja y el Monte de Torrero significará una tremenda derrota delos ejércitos borbónicos el 20 de agosto de 1710, contándose la muerte de 3.000 hombres y la aprehensión de otros 4.000. Al día siguiente, de nuevo, Carlos III entraba en Zaragoza. Incomprensiblemente, en lugar de perseguir al ejército derrotado el Archiduque de Austria permaneció en la ciudad hasta el día 26, reorganizando el gobierno del Reino y del consistorio zaragozano. Su segunda entrada en Madrid tuvo lugar el 21 de Septiembre.

Pero en esta ocasión la suerte de las armas "carlistas" fue efímera. Y la nueva ofensiva sobre Madrid de los ejércitos de Felipe V, obligaron a Carlos III a marchar hacia sus reinos orientales. E1 29 de septiembre llegaba a Zaragoza, en la que permaneció hasta el 3 de diciembre y desde la que marchó con urgencia a Barcelona. Mientras las batallas de Brihuega (9 de diciembre de 1710) y Villaviciosa (10 de diciembre de 1710) suponían el cambio definitivo de sucesión en Castilla, la marcha de Stahromberg de Zaragoza hacia Cataluña el 30 de diciembre de 1710, lo sería para el Reino de Aragón.

BIBLIOGRAFÍA

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