La prolongación del estilo Románico en algunas zonas aragonesas y la importancia que alcanzó el estilo Mudéjar en el valle medio del río Ebro y sus afluentes meridionales (tierras más islamizadas) son fenómenos determinantes del carácter poco ortodoxo que presenta en Aragón la arquitectura gótica. Para la fase inicial, y al margen de la arquitectura monástica de tipo cisterciense, hay algunos edificios de carácter religioso y civil entre los que destacan aquellos situados en la provincia de Zaragoza como las colegiatas de Santa María de Borja y Santa María de Caspe y el castillo de
Sádaba.
El gótico clásico, de inspiración francesa, no tiene una clara representación en tierras de Aragón. De lo conservado quizá sea la catedral de Tarazona -iniciada en 1162 y consagrada su capilla mayor en 1236- la que mejor pudo haber representado el estilo, pero las obras fueron interrumpidas demasiado pronto para proseguir en fecha medieval avanzada (2.ª mitad siglo XIV) con acusada influencia mudéjar. Algo similar le sucede a la catedral de San Salvador de Zaragoza, que, comenzada en piedra en la segunda mitad del siglo XII con estilo románico, como iglesia de cinco capillas en su cabecera, amplio transepto y cuerpo de tres naves, las sucesivas etapas constructivas y las ampliaciones sufridas (siglos XV y XVI) hechas en ladrillo, hicieron de ella un edificio híbrido de compleja catalogación estilística. En la ciudad de Huesca su catedral, comenzada en tiempos del rey Jaime I (1213-1276), fue proyectada según modelos de tipo levantino, con cinco capillas en la cabecera, amplio transepto y cuerpo de tres naves con capillas adosadas, pero lo dilatado de las obras motivó que se concluyera a principios del siglo XVI (episcopado de don Juan de Aragón y de Navarra) con bóvedas estrelladas en cabecera y transepto. No lejos de la misma ciudad, la inconclusa capilla funeraria de San Miguel de Foces, en Ibieca, de fundación privada (c. 1280-1300), presenta uno de los raros ejemplos de influencia burgalesa en tierras de Aragón. Y en la misma provincia, la catedral de Barbastro, de notable tamaño, representa el caso más tardío (S. XVI) de arquitectura religiosa gótica hecha en piedra. Un interesante grupo de iglesias lo constituyen aquellas de una sola nave cubiertas con madera sobre arcos transversales de perfil apuntado. Se localizan de modo disperso por las tres provincias aragonesas y por sus reducidas dimensiones y carácter rural se las cataloga como de fecha tardía dentro del siglo XIII y de principios del XIV, cronología acorde con las pinturas murales que suelen decorarlas. A este grupo pertenecen las iglesias de San Miguel de Barluenga y de San Fructuoso de Bierge, en la provincia de Huesca; de San Martín de Tours en Sos del Rey Católico y la antigua parroquia del desaparecido lugar de Cabañas, próximo a la Almunia de doña Godina en la provincia de Zaragoza; la iglesia de La Sangre de Cristo en Sarrión y la de Nuestra Señora de la Fuente en Peñarroya de Tastavíns, en la provincia de Teruel.
En la etapa que corresponde al Gótico radiante (s. XIV), vive su momento de mayor esplendor la arquitectura gótica del Bajo Aragón turolense. La representa un grupo de edificios religiosos y civiles, próximos geográficamente al reino de Valencia, que sigue las características formales del Gótico levantino. Las iglesias hechas en piedra, de nave única con capillas laterales y cabecera poligonal, parecen imitar un modelo común cuyo mejor ejemplo lo ofrece Santa María la Mayor de Valderrobres. A finales del siglo XIV con añadidos posteriores pertenecen las parroquias de Ráfales y Torre del Compte Influidas por la de Valderrobres, próxima a ellas. A comienzos del siglo XV corresponde la terminación de la iglesia del convento de San Francisco de Teruel, severa construcción en piedra que sigue fielmente el modelo levantino difundido por la Orden en el Mediterráneo. Importante conjunto monumental es el formado por el grandioso castillo-palacio de Rubielos de Mora y la colegiata de Santa María, edificada al pie de la colina sobre la que se alza el castillo pocos años más tarde. Es también importante el castillo-palacio de Valderrobres en comunicación con la ya citada iglesia de Santa María de la que es contemporáneo.
La etapa final del Gótico se manifiesta en Aragón con un importante florecimiento constructivo que se prolonga históricamente hasta los inicios del siglo XVI y la llegada del Renacimiento. Son abundantes las iglesias que ahora se engalanan con decoraciones en estilo Gótico flamígero o incorporan nuevas capillas a los edificios según las pautas de la moda vigente. Destaca por su singularidad, acorde con los gustos de la Borgoña francesa, la capilla de los Sagrados Corporales en Santa María de Daroca que, iniciada su remodelación a comienzos del siglo XV, se verá concluida en el reinado de los Reyes Católicos. Entre las iglesias de nueva construcción hay que mencionar a la iglesia parroquial de Molinos, en tierras turolenses, que sigue modelos tradicionales en la zona de tipo levantino. Y también la iglesia parroquial de Santa María de Sádaba, en las Cinco Villas, consagrada en 1549, que se enriquece con un esbelto campanario cuyo chapitel recuerda modelos castellanos del siglo XVI.
De las artes figurativas góticas los mejores ejemplos corresponden a los siglos XIV y XV con obras de escultura, pintura, orfebrería y miniatura, destinadas a enriquecer templos y residencias señoriales. En escultura monumental la influencia procede de Francia con ejemplos notables como las portadas de la Seo de Huesca, de la colegiata de Caspe y de Santa María de Valderrobres. En escultura exenta, alabastro y madera, las imágenes devocionales bastante numerosas siguen modelos franceses y flamencos (s. XIV y XV) en los que se reconocen influencias de variado carácter. Aunque predomina la temática mariana, en posición erguida o sedente, no faltan representaciones de santos populares como San Miguel Arcángel, San Blas, San Martín de Tours y Santa Ana.
Un notable escultor y orfebre de origen barcelonés, Pedro Moragues, es el autor del sepulcro de alabastro del arzobispo don Lope Fernández de Luna, en la Seo de Zaragoza (entre 1376 y 1379), y de la custodia-relicario en plata dorada y esmaltes (1384) encargada por el rey Pedro IV para la colegiata de Santa María de Daroca.
La pintura mural gótica triunfa en el siglo XIV con numerosos ejemplos en los que se manifiesta un estilo lineal de Influencia francesa. Su difusión abarca un amplio territorio de la geografía aragonesa, así se localizan en Bierge, Barluenga, Foces, Liesa, Osia, Concilio, de la provincia de Huesca, Urriés, Sos del Rey Católico, Anento, Cabañas, Azuara y Daroca de la de Zaragoza, y Alcañiz en la de Teruel.
Importancia singular, dentro del arte mueble, tienen los retablos y sillerías de coro realizados por artistas procedentes de diferentes lugares de la Península y del resto de Europa. Si durante la segunda mitad del siglo XIV es la influencia toscana -de Florencia, de Siena y de Aviñon- la que predomina, con obras de estilo «italogótico» tan notables como el retablo de fray Martín de Alpartil, realizado por el pintor barcelonés Jaime Serra (1381) para el convento de las canonesas del Santo Sepulcro de Zaragoza, durante el siglo XV la corriente norteeuropea de Alemania, Francia y Los Paises Bajos- es la que destaca por el gran número de artistas de aquella procedencia que trabajan en Aragón. Escultores como Pere Johan y Hans Piet D'Ansó, que realizan el retablo mayor de la Seo de Zaragoza, o Gil Morlanes el viejo, darocense y discípulo de Hans, que realiza el sepulcro de Pedro Arbués en la Seo zaragozana y el retablo de la capilla del castillo-abadía de Montearagón (Huesca), y Fruncí Gomar que lleva a cabo el retablo de la capilla del Palacio Arzobispal de Zaragoza y la sillería coral de la Seo en la misma ciudad, que servirá de modelo para la de la catedral de Tarazona que realizan poco después los Sariñena, sintonizan perfectamente con el naturalismo plástico de la Europa de su tiempo.
Los pintores sobre tabla que trabajan en tierras de Aragón durante el siglo XV, conocidos documentalmente, reflejan una acusada personalidad a través de los retablos conservados. En la primera mitad del siglo, con técnica del temple y fieles a la moda «Internacional» se encuentran: Juan de Leví, cuya mejor obra terminada después de 1407 es el retablo de los Calvillo en la catedral de Tarazona; Bonanat Zahortiga, con obra en la Seo de Tudela (Navarra), Zaragoza, Blancas (Teruel) y Villar del Cobo (Teruel); Benito Arnaldín que firma el retablo de San Martín de Tours en la iglesia de Torralba de Ribota (Zaragoza), y Blasco de Grañén autor de grandes retablos localizados en San Pedro de Siresa (Huesca), Tarazona, Ejea de los Caballeros, y Anento (Zaragoza). En la segunda mitad del siglo XV los pintores siguen la corriente hispano-septentrional y utilizan la técnica del óleo; entre ellos destacan los nombres de Tomás Giner, con obra en Erla, Zaragoza, Magallón y Calatayud; Martín de Soria, con retablos en Asín, Zaragoza, Ejea de los Caballeros y Luesia, los Abadía, padre e hijo, con abundante obra en Huesca capital y provincia, el cordobés Bartolomé Bermejo cuya importante labor documentada en Daroca y Zaragoza (c. 1474-1481) servirá de modelo para sus colaboradores y discípulos entre los que sobresalen Martín Bernart, activo en Zaragoza, Daroca, Tarazona y Blesa (Teruel), y Miguel Jiménez cuya larga etapa profesional que desarrolla en las tres provincias aragonesas, le permite evolucionar gradualmente hacia el Renacimiento. Los libros iluminados con mayor riqueza ilustrativa proceden de las bibliotecas de las catedrales de Huesca, Tarazona y Zaragoza, reflejo de la política cultural seguida por nuestros prelados, durante los siglos del Gótico.
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