ÍNDICE POR ÉPOCAS

EDAD MEDIA CRISTIANA

54. GEOGRAFÍA ECONÓMICA E INFRAESTRUCTURA COMERCIAL EN ARAGÓN EN LOS SIGLOS XIII-XIV · C. Orcástegui Gros.

El soporte fundamental del sistema comercial aragonés desde el siglo XIII fue, sin duda, la red de mercados semanales y ferias anuales, o bianuales, que surgieron oficialmente a lo largo de dicha centuria y de la siguiente en lugares estratégicamente situados desde el punto de vista de las comunicaciones exteriores o de las tendencias comarcales conducentes hacia las cabeceras de zonas de intercambio restringido a productos de primera necesidad.

Las alusiones que los fueros precedentes hacen a la actividad mercantil y a quienes la practicaban no implica necesariamente la periodicidad semanal de un mercado o anual de una feria, sino que presupone una frecuencia descontrolada de intercambios mercantiles y una presencia de mercaderes venidos de fuera o, simplemente, de aldeanos que llevaban sus excedentes de manera irregular hasta los lugares en donde podían venderlos directamente o intercambiarlos por otros productos de los que carecían habitualmente. Pero es a partir del siglo XIII cuando esta actividad mercantil se oficializa e institucionaliza a través de la concesión real a ciudades o villas importantes de mercados semanales, indicándose el día y algunas circunstancias relativas a la protección de la paz del mercado y la penalización del uso de pesos y medidas irregulares.

La aparición y proliferación de mercados a lo largo de los siglos XIII y XIV, al igual que sucede con las ferias anuales, está relacionada con la aparición o potenciación, en su caso, de centros artesanos, salinas, centros de extracción de mineral o simplemente comarcas agrícolas de producción específica. La continuidad en la tradición de estas reuniones semanales, principalmente en el medio rural, hasta el siglo XIX, y aún en muchos casos hasta nuestros días, permiten reconstruir el mundo que llegó a rodear a tal actividad, tanto en lo estrictamente mercantil cuanto en lo relativo a costumbres, comportamientos, mentalidades o espectáculos lúdicos

El mapa refleja la situación de las principales ferias y mercados que fueron apareciendo en los siglos XIII y XIV sobre lugares que, en la mayoría de los casos, tuvieron un tradición precedente, incluso desde época musulmana. Sin olvidar que el Ebro, vía fluvial remontable y descendente, fue en la Edad Media una arteria fundamental que vertebró además el territorio aragonés en torno a su discurrir y generó riqueza productiva, manufacturera y comercial con un área de influencia como río navegable en el que confluyeron rutas terrestres interiores que a través del mismo conectaban después con el Mediterráneo por la salida de Tortosa.

En estos siglos, al menos hasta las crisis de mediados del siglo XIV, el auge urbano y el crecimiento demográfico, iniciados en los tiempos precedentes, produjo un aumento y desarrollo de la artesanía e industria, convirtiéndose Zaragoza en el principal centro de producción y consumo del reino. Pero en general dicho crecimiento urbano generó la necesidad de un aumento de la mano de obra destinada a la construcción, la producción de bienes de consumo o la canalización de productos agrarios hacia las poblaciones de mayor densidad demográfica, las cuales, a su vez, exigieron instrumentos y manufacturas elaboradas en las propias localidades o traídas del exterior.

En relación con el exterior, la mayor concentración de mercados periódicos y ferias aparece lógicamente en el nordeste del reino, frontera con Cataluña, y en toda la frontera castellana al sur del Ebro; pero también es de destacar su aparición en localidades pirenaicas occidentales, hacia Francia y Navarra, así como el caso de Teruel, más meridional, en las rutas hacia Valencia una vez incorporado dicho reino a la Corona.

En todo caso los mercados y ferias aragonesas no rebasaron el carácter estrictamente mercantil con el que surgieron, y carecieron por tanto del carácter financiero que otras realidades del mismo tenor tuvieron en Castilla o Cataluña.

Tampoco las ferias aragonesas tuvieron una especialización que permitiera extender su influencia más allá de una comarca más o menos extensa; aunque alguna de ellas, como la de Daroca, se ligó estrechamente a otras actividades litúrgicas o lúdicas que la rodearon para difundir su fama fuera de los límites de su influencia económica. Sin embargo, existen referencias documentales sobre mercados especializados pero que no suponen la periodicidad propia de la institución mercantil por excelencia, sino que determinan la existencia de un lugar en el que habitualmente se comercializa un determinado producto: el lino, el trigo o el aceite.

Zaragoza representa, finalmente, un caso excepcional como centro de contratación de mercancías muy específicas pero de gran movimiento, con mecanismos diferentes a los que regularon los mercados semanales o las ferias anuales. Así como también sobresale como centro artesano y eeonómico en general, al confluir en esta capital las rutas más importantes del comercio interior y estar situada en el centro del recorrido aragonés de la vía fluvial del Ebro.

BIBLIOGRAFÍA

.CORRAL, J. L. (1984): Las ferias de Daroca. Daroca.
.-- (1985): «La culminación territorial (11341276)». Historia de Aragón, vol. 5. Zaragoza.
.GARCÍA DE VALDEAVELLANO, L. (1975): El mercado en León y Castilla durante la Edad Media, (2.a edición). Sevilla.
.LADERO, M. A. (1982): «Las ferias de Castilla en los siglos XII al XV». Cuadernos de Historia de España, LXVII-LXVIII, pp. 269-347. Buenos Aires.
.MARTÍN DUQUE, A. J. (1969): «Concesión de la feria de Graus por Pedro II de Aragón en 1201». Homenaje a don Ángel Canellas, pp. 721-724. Zaragoza.
.ORCÁSTEGUI, C. (1980): «Ferias y mercados en la Edad Media». Gran Enciclopedia Aragonesa, tomo V, pág. 1.349. Zaragoza.
.-- (1990): «Ferias y mercados en la Edad Media. Fuentes para su estudio y metodología». Metodología de la investigación científica sobre fuentes aragonesas, 5. Zaragoza.

Ampliar mapa

  2005 Instituto Fernando el Católico