ÍNDICE POR ÉPOCAS

EDAD MEDIA CRISTIANA

44. LA RECONQUISTA ARAGONESA Y NAVARRA CON ALFONSO I EL BATALLADOR (1104-1134) · M. L. Rodrigo Estevan.

En 1104 Alfonso I comienza su reinado en Aragón y Navarra, no existe entre cristianos y musulmanes una frontera continua: la gran separación de las posiciones de ambos bandos y la dificultad de vigilar el extenso territorio heredado facilitará las expediciones e incursiones moras evitando los castillos y las plazas fuertes conquistadas. Dentro de este clima de inseguridad, la actitud ofensiva que el Batallador muestra desde el primer momento en sus acciones frente al Islam responde, sin duda, al ideal de servir a la Cristiandad y colaborar en la Cruzada a Tierra Santa. Todas las empresas del monarca estarán encaminadas a lograr dos metas a corto plazo: la ocupación de Zaragoza y Lérida, puntos clave para llegar a Tortosa y Valencia desde donde podría embarcar sus tropas hacia Jerusalén.

Los avances reconquistadores llevados a cabo por Alfonso I se produjeron, fundamentalmente, en tres momentos: en 1104-1110, entre 1118 y 1122 y en los años 1133 y 1134.

Hacia 1105, el Batallador se encaminó casi simultáneamente hacia sus dos objetivos inmediatos. Primero atacó la zona entre los ríos Arba y Gállego; consiguió las importantes plazas de Ejea y Tauste (1105) y consolidó las fortalezas de El Castellar y Juslibol que amenazaban Zaragoza. Al año siguiente se trasladó a la región del Segre en donde ocupó Tamarite y San Esteban de Litera (1107). Tras estas empresas, dejaba libre el camino para avanzar sobre Tudela, Zaragoza y Lérida. Pero la llamada de los nobles del Sur de Francia y, poco después, los problemas sucesorios de Castilla, obligaron al monarca aragonés a concluir esta primera etapa de progresos territoriales.

En 1117, tras resolver estos asuntos, Alfonso I inicia la campaña contra Zaragoza con la ayuda de parientes y caballeros del Midi, de navarros y aragoneses y de hombres de Vizcaya y Alava. La empresa adquirió rango de cruzada y, tras un asedio iniciado en mayo, la ciudad se entregó el 18 de diciembre de 1118. Esta rendición supuso la sumisión de gran parte de las poblaciones cercanas que habían estado bajo dominio de los Banu Hud. No obstante fue necesario atacar las plazas fuertes que habían caído en manos de los almorávides: Tudela, Fitero, Tarazona y Borja se rinden a comienzos de 1119 y el monarca continuó el avance por Agreda hasta Soria.

El Batallador se proponía asediar Calatayud pero tuvo que ir al encuentro de la expedición musulmana enviada por el emperador almorávide Alí ben Yusuf, receloso de los éxitos del aragonés. La batalla tuvo lugar en Cutanda el 17 de junio y el triunfo cristiano fue rotundo. Como consecuencia de la victoria, a los pocos días se entregaban las ciudades de Calatayud y Daroca y la totalidad de las cuencas del Jalón y del Jiloca, quedando abierta la ruta hacia Levante.

El objetivo de ocupar Lérida, que había sido aplazado en 1104, es retomado en 1123 por el Batallador que se establece en los castros de Gardeny y de Achón ante Lérida y Fraga respectivamente. La reacción almorávide le hace desistir nuevamente de sus propósitos y decide preparar una expedición hacia al-Andalus, empresa que le mantendrá al margen de las acciones ofensivas durante algunos años.

La conquista de Molina de Aragón en 1128 desde la posición avanzada de Castilnuevo respondía a la necesidad de delimitar las fronteras de la futuras expansiones de Castilla y Aragón. Por estas fechas, Alfonso I y Alfonso VII firmaron un pacto por el que Soria, Almazán y San Esteban de Gormaz se reconocían aragonesas mientras que las plazas de Atienza, Sigüenza y Medinaceli pasaban a domino castellano. Además de definir las fronteras con Castilla, otra de las preocupaciones del Batallador en esta segunda fase de expansión fue la repoblación de las zonas anexionadas. Los fueros de Belchite (1119), Calatayud (1130) y Daroca (1129) constituyen un intento de atraer pobladores mediante una legislación especial que ofrecía grandes ventajas y trataba de asentar a unas gentes que vivirán fundamentalmente de la guerra contra el enemigo musulmán. En las posiciones más avanzadas como Monreal del Campo 0 donde apenas se habían trasladado repobladores (Belchite) fundó cofradías religiosas, en 1124 y 1122 respectivamente, al estilo de pequeñas órdenes militares cuyos miembros servían a la Cristiandad defendiendo la frontera y luchando contra el Islam.

Tras algunas injerencias ultrapirenaicas, Alfonso I acomete la tercera y última etapa de expansión territorial en la década de los treinta. En un primer momento, retomó el plan de conquistar Valencia partiendo de las de Monreal y después fortificó Singra, Torrelacárcel y Cella. La empresa se vio frustrada por la actitud del conde de Barcelona al aliarse con el rey de Castilla. El Batallador decidió nuevamente atacar Lérida. No hay que olvidar que éste era el único sector desguarnecido del Reino: los musulmanes se habían adentrado ya en varias ocasiones desde Tortosa por Lérida y Fraga llegando a Ontiñena, Pomar y Sariñena en 1112 y, más recientemente, en 1126, hasta Lascuarre. Así pues, a fines de 1133, Alfonso I conquista Mequinenza y logra someter la zona entre el Matarraña y el Ebro (Nonaspe, Agar, Batea, Fayón), llevando las fronteras aragonesas desde Gúdar hasta Horta de San Juan. El amplio territorio de la ribera derecha del Ebro apenas había sido fortificado por los almorávides por considerar que el Maestrazgo y la Sierra de Gúdar eran fronteras naturales en la ruta hacia Levante y los aragoneses aprovecharon esta situación para moverse por la zona con gran soltura antes, incluso, de la toma de Zaragoza.

Tras la caída de Mequinenza, el Batallador decide dirigirse hacia Lérida en vez de continuar hasta Tortosa. En 1133 alcanza Escarp y se instala ante Fraga sin resultados. El prolongado asedio de la plaza permitió a los musulmanes disponer del tiempo suficiente para congregar un importante ejército que se enfrentó a las tropas aragonesas el 17 de julio de 1134 en los alrededores de Fraga con el trágico resultado de todos conocido. Los nuevos ataques almorávides de 1135-1136 y el repliegue cristiano motivado por la desaparición de la figura de Alfonso I supusieron la pérdida de una parte importante de las conquistas aragonesas (Mequinenza, Monzón y Pomar de Cinca) y el descontrol del espacio de la orilla derecha del Ebro. A pesar de todo ello, durante la época del Batallador se duplicó la extensión territorial del Reino de Aragón.

BIBLIOGRAFÍA

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