ÍNDICE POR ÉPOCAS

ÉPOCA ISLÁMICA

32. POBLACIÓN MUDÉJAR EN ARAGÓN · M. L. Ledesma Rubio.

Durante la dominación musulmana las tierras del actual Aragón estuvieron pobladas por gentes de razas diversas, con predominio del elemento indígena debido a las islamización de muchos de los antiguos hispano-visigodos.

Tras la reconquista por los cristianos de la nueva tierra aragonesa, los cambios operados desde el punto de vista del potencial humano no fueron inmediatos ni de envergadura. Si por una parte los dirigentes políticos y religiosos y la aristocracia de la cultura musulmana emigraron al reino de Valencia, produciéndose un importante vacío en los centros urbanos, sin embargo, en el ámbito rural la masa campesina de buena parte del territorio persistió en sus solares cultivando la tierra, ahora en manos de los dominadores cristianos. Varianan por lo tanto los cuadros administrativos y jurisdiccionales, en un proceso cuyos resultados no se aprecian con claridad hasta la segunda mitad del siglo Xll o principios de la siguiente centuria, por haber sido lenta y dificultosa en muchos casos la colonización cristiana de las tierras incorporadas.

Bien bajo la forma de pactos, o en virtud de contratos unilaterales, en los que el otorgante era el nuevo señor cristiano, las comunidades sarracenas, organizadas en aljamas, quedaron bajo la soberanía de los monarcas aragoneses, que instauraron «oficialmente» respecto a estas minorías étnico-religiosas un régimen protector. Se iniciaba así el denominado período mudéjar, de «mudayán» (sometido); aun cuando este término es extraño a la documentación de la época.

En íntima relación con su dedicación prioritaria al cultivo de las huertas, la densidad de la población mudéjar era mucho mayor en el valle del Ebro y sus afluentes de la margen derecha que en la zona norte, de economía pastoril. La comunidad de Naval y la de Lierta eran algunos de los puntos extremos en el pre-Pirineo.

En la zona del somontano oscense, a través de las fuentes cristianas, se detectan unas 100 poblaciones musulmanas que pasaron a manos de los conquistadores. Las circunstancias que motivaron la huida de los antiguos propietarios y el traspaso de sus fincas a los dominadores se inscriben en el proceso general que determinó el cambio de estructuras consiguientes al triunfo cristiano. La población musulmana en el Somontano se redujo ostensiblemente. Los moros que subsistieron se encontraban principalmente distribuidos en las cuencas de los nos Flamen y Guatizalema. Bandaliés y Azara son dos de estas localidades en donde la población mudéjar debió ser mayoritaria.

Otros núcleos mudéjares al norte del Ebro los encontramos en la ciudad de Barbastro y en el Bajo Cinca. En particular la comunidad de Albalate del Cinca y la de Fraga, con sus rasgos fisonómicos propios, marcarían con su impronta a estas dos localidades durante siglos.

La zonal de Queiles y la del Huecha, con las plazas estratégicas de Tarazona, Borja y Ainzón, dejó sentir con intensidad la colonización cristiana, lo que no excluyó la pervivencia de un importante sector musulmán. Pero sobre todo la población mudéjar dominaba en la vega de esos dos ríos, bien bajo la dependencia vasallática de las Ordenes Militares (tal era el caso de Ambel), del monasterio cisterciense de Veruela o dependiendo de la mitra y cabildo de Tarazona o de algunos señores laicos. Podemos resumir diciendo que varios pueblos a orillas del Queiles estaban constituidos íntegramente por moros.

La fuerza numérica de los mudéjares fue muy intensa a lo largo del curso del río Ebro, donde el sistema de cultivos, la organización de riegos y toda la terminología inherente a unas prácticas de fuerte raíz musulmana tuvieron en estas tierras su más fiel exponente. Los poderes señoriales, respaldados por los monarcas, se hicieron en esta zona con la propiedad de la tierra, cultivada en una destacada proporción por vasallos mudéjares. Así los encontramos en Alfajarín, Pedrola, Fuentes de Ebro, Pina, Gelsa, Alborge, Escatrón, Caspe...; no es de extrañar que el tráfico de mercancías por el río contara con su colaboración.

Mención destacada merecen también los valles del Jalón y Jiloca, con asentamientos muy antiguos, tales como Alagón, y abundante población sarracena. Casos de excepción en tierras de secano lo constituían las aljamas de Alfamén y Almonacid de la Sierra.

En Calatayud la población sarracena que coexistía con la cristiana era mínima, pero no así en la vecina localidad de Terrer.

En la cuenca del Jiloca, según nos ilustra la documentación de los archivos de protocolos notariales, la aljama musulmana de Daroca tuvo una población que desarrollaba actividades mercantiles a la par que los cristianos. En las proximidades se hallaban las aljamas de Báguena, Burbáguena y Villafeliche, esta última famosa por sus alfares.

También en la margen derecha del Ebro, en su afluente el Huerva se aprecia la concentración de pequeñas comunidades mudéjares; algunas de cierta relevancia, como la de Muel, que nos transmitió el legado de su artística cerámica.

En la cuenca del Aguas Vivas la más importante aljama musulmana era la de Huesa del Común. Más abajo las de Lagata, Letux, Belchite y Codo.

Híjar y Samper de Calanda constituían los núcleos con población mora más numerosos en la vega del río Martín. En cuanto a Calanda, en el Guadalope, la tradición mudéjar se manifiesta en la conservación de su cerámica popular.

Finalmente, en las tierras más meridionales de Aragón se acusó una casi total ausencia de comunidades mudéjares, afirmación que corrobora el reparto en el mapa aragonés de la población morisca. Salvo en la capital turolense y en el caso de Gea de la Comunidad de Albarracín, a manera de islotes, en el resto de estas tierras, de por sí con un bajo nivel demográfico, tan sólo se refleja en la documentación la presencia de los colonizadores cristianos. La respuesta a este fenómeno no puede ser otra más que las condiciones geoestratégicas de las tierras turolenses, la «extremadflra» aragonesa, obligada a permanecer alerta durante más de un siglo por la peligrosa vecindad del reino moro de Valencia. Casi vaciado el territorio de musulmanes por el éxodo masivo ante la acometida de los colonizadores cristianos, sólo a partir de la conquista de Levante por las tropas de Jaime I se propiciaría la captación de mudéjares, a los que en el caso de la ciudad de Teruel los sucesores del conquistador otorgarían determinadas franquicias; asimismo se nutrirían las aljamas del sur con esclavos manumitidos.

Hasta bien entrado el siglo XV no poseemos datos numéricos concretos para evaluar la población mudéjar en Aragón; tan sólo noticias fragmentarias de índole fiscal relativas más bien a algunas aljamas urbanas. Es por eso que debemos remitir al censo que emanó de las Cortes de Tarazona de 1495, base del mapa que elaboró en su día el «maestro» LACARRA y que se reproduce en este Atlas.

De acuerdo con dicho censo, el total de los hogares o «fuegos» existentes en Aragón ascendía a 51.540, de los cuales correspondían a los mudéjares 5.674. Un cálculo estimativo nos daría un total aproximado de 25.000 sarracenos.

En la Baja Edad Media estas comunidades constituían, sobre todo en los centros urbanos, pequeñas minorías. Los sucesivos brotes de la Peste Negra a lo largo del siglo XIV y la opresión fiscal que pesaba sobre las aljamas dejaron sentir sus efectos.

No obstante, conviene insistir en el hecho de que a posar del proceso de aculturización que sufrieron los mudéjares aragoneses, sometidos al dominio político y económico de los cristianos, el mudejarismo como fenómeno típico de Aragón se insertó en nuestra historia en los siglos medievales. Por una parte, la sufrida población campesina, tanto de las aljamas de realengo como las de señorío laico o eclesiástico, soportó gran parte del peso de la economía agraria con sus técnicas y experiencia, pero además los mudéjares aragoneses imprimaron con sus industrias y típicas construcciones una huella indeleble en la fisonomía y tradiciones de abundantes pueblos de nuestra geografía.

(1) «Aragón en el pasado», en Aragón, vol. I (Zaragoza 1960), tras página 316 Aparece también reproducido en la Gran Enciclopedia Aragonesa (Zaragoza, 1981), voz «Mudéjares».

BIBLIOGRAFÍA

.LACARRA, J. Mª (1960): Aragón en el pasado. Zaragoza.
.‹ (1979): «Introducción al estudio de los mudéjares aragoneses». Aragón en la Edad Media. Economía y sociedad, II, pp. 7-22. Zaragoza.
.LEDESMA, Mª L. (1985-1987): «La pervivencia del mundo islámico en Aragón: los mudéjares». Historia de Aragón, vol. 3, pp. 149-183. Zaragoza.
.‹ (en prensa): «Los mudéjares aragoneses y su aportación a la economía del Reino». IV Simposio Internacional de Mudejarismo, (celebrado en Teruel en septiembre de 1987).
.MACHO Y ORTEGA, F. (1923): «Condición social de los mudéjares aragoneses». Memorias de la Facultad de Filosofía y Letras, 1, pp. 137-379. Zaragoza.

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