Economía de al-Andalus y, subsidiariamente, de la Frontera Superior /
al-Tagr al-A¹ la, es consecuencia de una elevada densidad de poblamiento y de determinadas formas de asentamiento. Densidad y formas que configuran una geografía con múltiples centros urbanos, rodeados a su vez por un halo de pueblos, de alquerías. Esta densidad (frente al disperso hábitat cristiano) implica asimismo la necesidad del máximo y óptimo aprovechamiento de los recursos, naturales o creados. De donde se deriva unas formas de utilización intensiva de la tierra, pero sumamente respetuosa del equilibrio del ecosistema.
La consecuencia inmediata será que en vez de cultivos extensivos (cereales) se tenderá a la explotaciónen pequeñas unidades de producciónde las vegas. A las «tierras de pan llevar» cristianas, se contraponen las huertas y los vergeles musulmanes. Y no es casualidad si los geógrafos coinciden una y otra vez en sus observaciones. La descripción típica está basada en la ciudad, siempre «totalmente rodeada por su feraz vega de huertas y árboles frutales». En este sentido resulta revelador y excepcionalísimo que el protagonismo se atribuya a una región, como por ejemplo la de Sangonera, de los
Monegros, etcétera.
La visión general que se desprende no es la de una «tierra de campos» sino la de una sucesión de regadíos, de cultivos
hortícolas, de densas plantaciones de árboles frutales. Precisamente, este elevado consumo de verduras y de frutas (frescas y secas) será tan andalusí que el tribunal del Santo Oficio verá en esta peculiaridad una prueba de
criptoislamismo, de no asimilación con los cristianos viejos. Dentro de esta óptica resulta sintomático que nuestros escritores del s. XVI culpen a los moriscos de que «no comían sino muchos higos y pasas, mucha avellana, almendra y nueces y demás cosas de poco fundamento».
La densidad del tejido rural, rodeando al hábitat urbano, provoca el surgimiento de centros de producción de géneros destinados a su comercialización. Se elaboran objetos de lujo: sedas (Zaragoza), cerámica dorada (Calatayud), pieles finas (Zaragoza), con difusión local e inclusive, a veces, internacional.
Conviene tener muy presente que la Frontera Superior, el Tagr al-A' la de los autores árabes, no coincide sino parcialmente con el área de la actual Autonomía aragonesa. Por el norte se le escapaba el alto Pirineo y parte del somontano pero, en cambio, abarcaba gran parte de la actual Rioja y toda la de Lérida.
Para el período araba-musulmán de la historia hispana carecemos de documentos de archivos. Tampoco nos han llegado las estadísticas, estimaciones y cifras de producción, base de la organización tributaria andalusí. Ello ha llevado, en materia de economía, a escasamente rebasar la fase de elaboración de listas de géneros (naturales o manufacturados), desequilibradas por el énfasis distorsionador dado a las especialidades comarcales. Los datos se extraenen su inmensa mayoríade las descripciones de los geógrafos, añadiéndoles referencias tomadas de fuentes históricas. Los escollos principales, inherentes a la forma de redacción de estas obras geográficas, son: los anacronismos y las superposcones.
Anacronismos, por cuanto, al no prestar bastante atención a la cronología (o no poder afinar lo suficiente), se corre el riesgo de proyectar en el pasado producciones que no se habían iniciado todavía o, a la inversa, la continuidad de hechos pretéritos y ya abolidos. Superposiciones, por cuanto basta con que un geógrafo (o un copista distraído) cambie la denominación del lugar de producción, dando el nombre de la provincia, mientras otro prefería el del lugar concreto, para que, sin advertirlo, nos veamos inducidos a duplicar la importancia de un producto. Metodológicamente hablando, parece difícil que se puedan superar ambos escollos, por lo que nuestra visión de la economía andalusí pecaría, en gran parte, de anacrónica -en términos generales- y de
hipervalorada, cuando menos, en determinados puntos. Asimismo, conviene tener en cuenta que -dado el carácter de nuestras fuentes y su afición a las mirabiliacabe hayan quedado sin reflejar precisamente aquellos productos y rendimientos que eran «normales, medios».
Pese a las salvedades supradichas, parece se puede aceptar como características esenciales del área y período considerados:
- Gran extensión de la horticultura.
- Importancia de la arboricultura (peras, manzanas, higos, nísperos, acerolas, nueces, avellanas, melocotones, cerezas).
- Importancia de la oleicultura.
- Importancia de la viticultura (pasas).
- Existencia de sericultura.
- Presencia de industrias.
- Tanto la cerealicultura como la ganadería parecen haber tenido un papel muy secundario tanto en lo referente a la alimentación como a la comercialización
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