El siglo XI corresponde a un largo período de transición política. La revolución cordobesa que empezó a principios del siglo Xl provocó la decadencia y la caída del Califato en 1031, y dio paso a la división de al-Andalus en múltiples reinos independientes. Esta situación facilitaría la expansión guerrera de los estados cristianos.
Las luchas de estos reinos de taifas, en las que los unos no tardaron en apoderarse de los otros, acabaron con la imprevista intervención magribí de los almorávides. Durante los diez últimos años que precedieron a la batalla de al-Zallaqa (Sagrajas) en 1086, los reinos de taifas del sur caerían en un período de irremediable decadencia militar. La presión de Alfonso Vl se sentía cada vez más tras la toma de Coria en 1079. La situación iba empeorando cada vez más, hasta que Toledo se rindió a Alfonso VI el 6 de mayo de 1085. Entonces, frente a esta situación desesperante, el rey de Sevilla al-Mfl'tamid ibn 'Abbad pidió a los reyes de Badajoz y Granada que se unieran en pedir la urgente intervención y colaboración de Yusuf ibn Tasufi'n, Emir de los almorávides, en la lucha contra Alfonso VI. Basta citar los versos del poeta Ibn al-Gassal para darse cuenta de la alarma y la situación desesperada de los reyes de taifas después de la conquista de Toledo:
¡Oh gente de al-Andalus! ¡Aguijad vuestras monturas!, porque el permanecer aquí es un error.
La ropa se deshilacha [primero] por los bordes y veo que la ropa de la Península se deshilacha por el medio.
Nosotros estamos entre un enemigo que no se nos aparta ¿cómo vivir con la serpiente en su cesto?
La toma de Toledo por Alfonso VI será como una espina en el territorio de
al-Andalus y lo divide en dos partes, apartando así el reino Hudí de Zaragoza del resto de alAndalus y poniéndole entre dos fuegos, del sur y del norte. La transcendental decisión de los reyes de taifas de llamar a los almorávides en la batalla de
al-Zallaqa (octubre de 1086) dio paso más tarde a la deposición de estos reyes en 1090 y unir nuevamente
al-Andalus, pero bajo el «Protectorado» almorávide, es decir, al-Magrib.
El reino de Zaragoza en estos acontecimientos no intervino, ni tampoco en la mencionada batalla; el caso es que
al-Musta'in (1085-1110) fue obligado por las circunstancias de su alejada posición y vecindad con los reinos cristianos a seguir una política neutral, que resultó favorable por ambas partes. Con esta política,
al-Mustatin mantuvo excelentes relaciones con Yusuf ibn Tasflfn. La buena amistad entre los soberanos, o mejor dicho, entre Marrakus y Zaragoza, se manifestó con las dos embajadas que
al-Mflsta'n mandó a Yusuf: la primera, en el verano de 1112 y la segunda con ocasión del nombramiento de Ali como príncipe heredero en septiembre de 1113. La independencia de Zaragoza fue respetada por los almorávides hasta después de la muerte del Emir Yusuf en 1106. Pero al morir luego el rey hud
al-Mflsta'in en la batalla de Valtierra (enero de 1110) Zaragoza fue ocupada por el gobernador almorávide de Valencia
'Al Muhammad ibn al-Hayy, tras el destronamiento del último rey de Zaragoza
'Abd al-Malik en mayo de 1110. Así, el reino Hud de la Marca superior se incorporó al Imperio almorávide.
Zaragoza no permaneció mucho tiempo en manos de los
almorávides. Alfonso I el Batallador ocupó con la ayuda de los franceses gran parte del Valle del Ebro empezando por Zaragoza, que se rindió el 18 de diciembre de 1118. La conquista de la capital de la Marca Superior animó al rey aragonés a proseguir la empresa reconquistadora, tomando las ciudades y fortalezas importantes del reino Hud. Se dedicó a ensanchar sus dominios por el
Ebro, tomando Tudela (1119) y de allí pasó a Borja, que ocupó (1119) y finalmente tomó Tarazona en el mismo año, a orillas del ro
Queiles. Luego, en una segunda campaña conquistó con la colaboración del Conde Guillermo de Poitiers las ciudades de Calatayud y Daroca en 1120, duplicando con estas rápidas conquistas la extensión de su reino. Ambos guerreros colaboraron en el mismo año en
Cutanda, donde los almorávides sufrieron una grave derrota. El monarca aragonés conquistó en 1122 Sigüenza y Medinaceli, y al año siguiente emprendía una fallida campaña contra Fraga y Lérida.
En septiembre de 1125, Alfonso I salía de Zaragoza para realizar una profunda y prolongada incursión por Levante y Andalucía, pasando por Valencia, Denia, Murcia, Granada, hasta llegar al mar de Vélez Málaga. Esta expedición duró más de un año y recogió a cuantos cristianos mozárabes vivían en
alAndalus. El monarca aragonés aspiraba a la conquista de Levante y en particular Valencia; se apoderó en el año 1127 de Cella y más tarde de Molina de Aragón (1128) para asegurar los puestos fronterizos que le permitieran aventurarse de nuevo hacia Valencia. En 1129 emprendió una campaña contra los almorávides en levante, venciéndoles en los Campos de
Cullera.
Alfonso I, el Batallador, que había logrado sus triunfos sobre los almorávides desde la conquista de Zaragoza hasta la batalla de
Cullera, fue vencido y derrotado en la batalla de Fraga (junio de 1134) por el Emir almorávide Yahya ibn
Ganiya. El Batallador regresó a Zaragoza y desde allí fue a refugiarse al monasterio de San Juan de la Peña donde se encerró enfermo, muriendo en septiembre de ese mismo año. Le sucedió su hermano Ramiro II el Monje, y éste junto con el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona continuaron la empresa del Batallador luchando contra los almorávides para conquistar las demás plazas de la Marca Superior y del Levante.
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