En los diez últimos años, las investigaciones
arqueológicas, han experimentado un notable avance en lo que respecta a
la época que nos ocupa. Las excavaciones realizadas en Zaragoza y las
prospecciones que diferentes instituciones han propiciado, están
permitiendo nuevos enfoques sobre el período visigodo en
Aragón.
Ciudades y cecas
Las ciudades tradicionalmente asignadas al territorio aragonés han sido
las de Cesaracosta (Zaragoza), Tirassona (Tarazona) y Osca
(Huesca), que también fueron sedes episcopales. A las citadas se
tendrían que añadir otras dos más de menor importancia, la
antigua Bursao (Borja, sobre el cerro de la Corona) y Egessa
(Ejea de los Caballeros).
Sólo en Borja y en Zaragoza se han documentado restos
arqueológicos. Las excavaciones efectuadas en Cesaracosta han
exhumado estructuras de muros con señales evidentes de ocupación,
en antiguas estancias romanas, hasta principios del siglo VIII, como es el caso
de las termas de la calle Ossaú. Esto indica un uso, aunque con
remodelaciones, de edificios antiguos. Sin embargo, el cambio
urbanístico más importante de Cesaracosta se plasma en lo
que se denomina la <<cristianización del paisaje urbano>>.
La documentación escrita certifica la existencia de un buen
número de basílicas, monasterios e iglesias. A pesar de ello, el
único testimonio arqueológico que ha llegado hasta nosotros es un
capitel decorado, fechable en el siglo VII, y que al parecer procede de una
zona de vertedero de escombros en la ribera del río Huerva a su paso por
Zaragoza, en la actualidad se conserva en el Museo de Zaragoza.
Los silos recientemente documentados en el antiguo foro comercial de la colonia
romana y las importaciones de cerámica y ánforas africanas
informan favorablemente sobre la continuación de un comercio activo,
evidenciando la permanencia de Zaragoza como ciudad y capital económica
del valle medio del Ebro.
En el antiguo territorio aragonés se acuñó moneda en
Cesaracosta desde fines del siglo VI, con Leovigildo, hasta el
año 710 con Witiza. En Tirassona con Recadero, Gundemaro,
Sisebuto y Suintila. La ceca de Cestavvi (valle de Gistaín) con
Recaredo I (589) y la de Volotania (Boltaña) con Gundemaro
(610-612). Estas dos últimas emisiones debían de estar destinadas
al pago de campañas militares y a la defensa fronteriza.
Despoblados y necrópolis
La distribución de los hallazgos muestra cuatro focos importantes. Uno
en torno a la ciudad de Osca y sus monasterios de San Pedro de
Séptimo y Asán (Alerre, Apiés, San Pedro de Ibieca, Santa
María del Monte, etc.). El segundo en el valle medio del río
Ebro, desde la cuenca del río Huecha hasta Cesaracosta (Bursao,
Cortecillas, Magallón, Bureta, Pedrola, Alto de la Barrilla,
etc.). El tercero queda situado entre la comarca de Belchite y el valle del
Ebro (Codo, Nuestra Señora del Pueyo, Quinto de Ebro, la Zaida, etc.) y
el cuarto en el Bajo Aragón (Alcañiz, Secá, Villa
Fortunatus, etc.).
En la mayoría de las ocasiones sólo se ha localizado la
necrópolis o el despoblado, aunque hay casos en los que ambos
asentamientos se conocen. Así los ejemplos de los Pozos (Bureta) y de
Luchán (despoblado) y Cortecillas (necrópolis) que se encuentran
muy próximos. Otra localización, la de la necrópolis de
la Varella-Castellar (Codo) hace situar su despoblado en el denominado
Cabecico el Moro, emplazado a 1 km. de los enterramientos.
Destacan los hábitat localizados en cuevas en la zona del pre-pirineo
oscense (Cuevas de la Carrasca, Almazarre, Sarsa de Surta, etc.).
En lo que respecta a los tipos de enterramiento estos se realizaron en
sarcófagos, tumbas de lajas y en fosa. Especial atención merecen
los sarcófagos de alabastro de procedencia local, en forma trapezoidal y
sin decoración, catalogados en la comarca de Borja.
En los ritos de enterramiento merece destacar la constatación de la
presencia de sudarios envolviendo el cuerpo y tapando incluso el rostro, como
el documento en la tumba IV del Alto de la Barrilla (Cuarte).
También es frecuente encontrar dos o más enterramientos en una
misma tumba.
Restos monumentales
A pesar del gran número de monasterios, basílicas e iglesias que
debían de existir los restos arqueológicos localizados hasta el momento son muy escasos.
Al ya citado capitel de Zaragoza se tienen que añadir las dos esculturas
ornamentales de la villa Fortunatus (Fraga), la basilica situada en la
misma villa, los capiteles de monte Cillas (Coscojuela de Fantova) y el
recientemente descubierto en la Redehuerta (Alcañiz), con figuras
humanas y hojas de acanto, todo muy estilizado.
Por último, mencionaremos dos inscripciones. Una se encuentra sobre el
sarcófago paleocristiano llamado de la <<Asunción>>
que se conserva en la iglesia de Santa Engracia en Zaragoza, se considera no
anterior a los siglos V-VI. La otra, de dudosa interpretación,
está grabada sobre el anillo encontrado en la tumba de Secá
(Torrente de Cinca, Huesca).
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