ÍNDICE POR ÉPOCAS

ANTIGÜEDAD
20. ARQUEOLOGÍA HISPANO-VISIGODA I · J. A. Paz Peralta. 1991.

En los diez últimos años, las investigaciones arqueológicas, han experimentado un notable avance en lo que respecta a la época que nos ocupa. Las excavaciones realizadas en Zaragoza y las prospecciones que diferentes instituciones han propiciado, están permitiendo nuevos enfoques sobre el período visigodo en Aragón.

Ciudades y cecas

Las ciudades tradicionalmente asignadas al territorio aragonés han sido las de Cesaracosta (Zaragoza), Tirassona (Tarazona) y Osca (Huesca), que también fueron sedes episcopales. A las citadas se tendrían que añadir otras dos más de menor importancia, la antigua Bursao (Borja, sobre el cerro de la Corona) y Egessa (Ejea de los Caballeros).

Sólo en Borja y en Zaragoza se han documentado restos arqueológicos. Las excavaciones efectuadas en Cesaracosta han exhumado estructuras de muros con señales evidentes de ocupación, en antiguas estancias romanas, hasta principios del siglo VIII, como es el caso de las termas de la calle Ossaú. Esto indica un uso, aunque con remodelaciones, de edificios antiguos. Sin embargo, el cambio urbanístico más importante de Cesaracosta se plasma en lo que se denomina la <<cristianización del paisaje urbano>>.

La documentación escrita certifica la existencia de un buen número de basílicas, monasterios e iglesias. A pesar de ello, el único testimonio arqueológico que ha llegado hasta nosotros es un capitel decorado, fechable en el siglo VII, y que al parecer procede de una zona de vertedero de escombros en la ribera del río Huerva a su paso por Zaragoza, en la actualidad se conserva en el Museo de Zaragoza.

Los silos recientemente documentados en el antiguo foro comercial de la colonia romana y las importaciones de cerámica y ánforas africanas informan favorablemente sobre la continuación de un comercio activo, evidenciando la permanencia de Zaragoza como ciudad y capital económica del valle medio del Ebro.

En el antiguo territorio aragonés se acuñó moneda en Cesaracosta desde fines del siglo VI, con Leovigildo, hasta el año 710 con Witiza. En Tirassona con Recadero, Gundemaro, Sisebuto y Suintila. La ceca de Cestavvi (valle de Gistaín) con Recaredo I (589) y la de Volotania (Boltaña) con Gundemaro (610-612). Estas dos últimas emisiones debían de estar destinadas al pago de campañas militares y a la defensa fronteriza.

Despoblados y necrópolis

La distribución de los hallazgos muestra cuatro focos importantes. Uno en torno a la ciudad de Osca y sus monasterios de San Pedro de Séptimo y Asán (Alerre, Apiés, San Pedro de Ibieca, Santa María del Monte, etc.). El segundo en el valle medio del río Ebro, desde la cuenca del río Huecha hasta Cesaracosta (Bursao, Cortecillas, Magallón, Bureta, Pedrola, Alto de la Barrilla, etc.). El tercero queda situado entre la comarca de Belchite y el valle del Ebro (Codo, Nuestra Señora del Pueyo, Quinto de Ebro, la Zaida, etc.) y el cuarto en el Bajo Aragón (Alcañiz, Secá, Villa Fortunatus, etc.).

En la mayoría de las ocasiones sólo se ha localizado la necrópolis o el despoblado, aunque hay casos en los que ambos asentamientos se conocen. Así los ejemplos de los Pozos (Bureta) y de Luchán (despoblado) y Cortecillas (necrópolis) que se encuentran muy próximos. Otra localización, la de la necrópolis de la Varella-Castellar (Codo) hace situar su despoblado en el denominado Cabecico el Moro, emplazado a 1 km. de los enterramientos.

Destacan los hábitat localizados en cuevas en la zona del pre-pirineo oscense (Cuevas de la Carrasca, Almazarre, Sarsa de Surta, etc.).

En lo que respecta a los tipos de enterramiento estos se realizaron en sarcófagos, tumbas de lajas y en fosa. Especial atención merecen los sarcófagos de alabastro de procedencia local, en forma trapezoidal y sin decoración, catalogados en la comarca de Borja.

En los ritos de enterramiento merece destacar la constatación de la presencia de sudarios envolviendo el cuerpo y tapando incluso el rostro, como el documento en la tumba IV del Alto de la Barrilla (Cuarte). También es frecuente encontrar dos o más enterramientos en una misma tumba.

Restos monumentales

A pesar del gran número de monasterios, basílicas e iglesias que debían de existir los restos arqueológicos localizados hasta el momento son muy escasos.

Al ya citado capitel de Zaragoza se tienen que añadir las dos esculturas ornamentales de la villa Fortunatus (Fraga), la basilica situada en la misma villa, los capiteles de monte Cillas (Coscojuela de Fantova) y el recientemente descubierto en la Redehuerta (Alcañiz), con figuras humanas y hojas de acanto, todo muy estilizado.

Por último, mencionaremos dos inscripciones. Una se encuentra sobre el sarcófago paleocristiano llamado de la <<Asunción>> que se conserva en la iglesia de Santa Engracia en Zaragoza, se considera no anterior a los siglos V-VI. La otra, de dudosa interpretación, está grabada sobre el anillo encontrado en la tumba de Secá (Torrente de Cinca, Huesca).

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