Introducción Índice temático Índice de mapas

93. LAS DIÓCESIS ACTUALES

Como se ha indicado [v. mapa 92], todo el Alto Aragón había quedado concentrado, a mediados del siglo XII, en dos diócesis: Huesca y Lérida.

La sede oscense había rotado de Pamplona a Sasau, de Sasau a Jaca; de Jaca a Huesca; la sede ilerdense había peregrinado de Urgell a Roda, de Roda a Barbastro; de Barbastro a Lérida.

Tras las fulgurantes conquistas de Alfonso I el Batallador [v. mapa 51], en el siglo XII, las antiguas sedes de Zaragoza y Tarazona fueron restauradas:

  • La diócesis zaragozana resurgió amplia, puesto que abarcaba toda la franja longitudinal llana del Ebro, más el Bajo Aragón y, poco después, las tierras de Teruel, hasta que nació esta diócesis, en el siglo XVI.

  • La diócesis de Tarazona, muy amplia en principio, se vio remodelada al fijarse la frontera entre Castilla y Aragón [v. mapa 59], perdiendo toda la extremadura soriana, si bien ganó las tierras de Calatayud, menos Ariza.

    A mediados del siglo XII, en consecuencia, el Aragón cristiano contaba con las mismas diócesis que quinientos años antes: Zaragoza, Huesca y Tarazona. Y, además, varias afrentas desde nuestro punto de vista actual: Ariza era de Sigüenza; parte de las Cinco Villas, de Pamplona; Sobrarbe y Ribagorza daban sus primicias y diezmos al obispo de Lérida; era pastor en Alquézar el obispo de Tortosa.

    En 1170, Pedro Ruiz de Azagra, un caballero navarro, se asentó con vasallos propios en las tierras musulmanas de los Aben Razín [v. mapa 45]. Celoso de su independencia, deseó que su territorio obedeciese a obispo propio; con estratagemas diversas logró que Roma restaurara en Albarracín la antigua sede de Arcavica y, más tarde, la Segobricense, identificada erróneamente con Segorbe, donde iría a parar la sede una vez reconquistada esta plaza, de modo que la sede bicéfala de Albarracín-Segorbe llegó hasta la reorganización eclesial de Felipe II. Cuando a fines del siglo XIII Albarracín pasó a depender del reino de Aragón [v. mapa 54], éste contará con una diócesis nueva, debida a la voluntad feudal de un hombre.

    El miedo al morisco y al protestante originó las últimas diócesis aragonesas.

    La monarquía hispana del Quinientos se mostró muy celosa de sus prerrogativas frente a la Santa Sede, entre las que contó con la facultad de la organización estructural de la Iglesia hispana. Durante el siglo XVI, Felipe II modificó el panorama diocesano aragonés:

  • Para poner fin a las disputas seculares entre Huesca y Barbastro creaba esta última circunscripción, y restauraba la antigua sede episcopal desarraigada [v. mapa 92].

  • Por otra parte, el miedo a la contaminación de los moriscos le movió a empequeñecer alguna de las diócesis existentes, por lo que separó Albarracín de Segorbe y desgajó de la de Zaragoza -erigida en el siglo XIV como metrópoli o arzobispado- la nueva provincia diocesana de Teruel.

  • Por último, la amenaza del Protestantismo, en alza al norte del Pirineo, aconsejó la creación del obispado de Jaca, restañando así viejas heridas [v. mapa 92].

    El mapa diocesano aragonés quedaba definitivamente dibujado en el siglo XVI. De Norte a Sur, siete diócesis: Jaca, Huesca, Barbastro, Zaragoza, Tarazona, Albarracín y Teruel, pero Jaca pertenecía y pertenece al arzobispado pamplonés, y una buena parte del Reino, la Ribagorza, obedecía y obedece a Lérida, sede enclavada en otra entidad histórica.