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Como se ha indicado [v. mapa 92], todo el Alto Aragón había quedado concentrado, a mediados del siglo XII, en dos diócesis: Huesca y Lérida.
La sede oscense había rotado de Pamplona a Sasau, de Sasau a Jaca; de Jaca a Huesca; la sede ilerdense había peregrinado de Urgell a Roda, de Roda a Barbastro; de Barbastro a Lérida.
Tras las fulgurantes conquistas de Alfonso I el Batallador [v. mapa 51], en el siglo XII, las antiguas sedes de Zaragoza y Tarazona fueron restauradas:
A mediados del siglo XII, en consecuencia, el Aragón cristiano contaba con las mismas diócesis que quinientos años antes: Zaragoza, Huesca y Tarazona. Y, además, varias afrentas desde nuestro punto de vista actual: Ariza era de Sigüenza; parte de las Cinco Villas, de Pamplona; Sobrarbe y Ribagorza daban sus primicias y diezmos al obispo de Lérida; era pastor en Alquézar el obispo de Tortosa.
En 1170, Pedro Ruiz de Azagra, un caballero navarro, se asentó con vasallos propios en las tierras musulmanas de los Aben Razín [v. mapa 45]. Celoso de su independencia, deseó que su territorio obedeciese a obispo propio; con estratagemas diversas logró que Roma restaurara en Albarracín la antigua sede de Arcavica y, más tarde, la Segobricense, identificada erróneamente con Segorbe, donde iría a parar la sede una vez reconquistada esta plaza, de modo que la sede bicéfala de Albarracín-Segorbe llegó hasta la reorganización eclesial de Felipe II. Cuando a fines del siglo XIII Albarracín pasó a depender del reino de Aragón [v. mapa 54], éste contará con una diócesis nueva, debida a la voluntad feudal de un hombre.
El miedo al morisco y al protestante originó las últimas diócesis aragonesas.
La monarquía hispana del Quinientos se mostró muy celosa de sus prerrogativas frente a la Santa Sede, entre las que contó con la facultad de la organización estructural de la Iglesia hispana. Durante el siglo XVI, Felipe II modificó el panorama diocesano aragonés:
El mapa diocesano aragonés quedaba definitivamente dibujado en el siglo XVI. De Norte a Sur, siete diócesis: Jaca, Huesca, Barbastro, Zaragoza, Tarazona, Albarracín y Teruel, pero Jaca pertenecía y pertenece al arzobispado pamplonés, y una buena parte del Reino, la Ribagorza, obedecía y obedece a Lérida, sede enclavada en otra entidad histórica.