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El sistema de "tenencias" [v. mapa 61] para la defensa y administración del territorio se había mostrado eficaz desde mediados del siglo XI, pero desde Alfonso I el Batallador se ensayaron otras instituciones, aunque sobrevivieron aquéllas hasta finales del siglo XII, cada vez con un carácter menos operativo.
El sistema de "comunidades" tenía la ventaja de que el rey no se veía obligado a enajenar tierras de realengo [v. mapa 75], manteniendo así un cierto equilibrio respecto a las posesiones nobiliarias y eclesiásticas, máxime cuando con estas agrupaciones conseguía asegurar también militarmente amplias zonas fronterizas. Las "comunidades" se asentaron, por lo tanto, en tierras de realengo, es decir, pertenecientes al rey.
Constituyeron agrupaciones de varios lugares y aldeas en torno a una ciudad o villa, de la que tomaban su nombre, y tenían autonomía jurídica, concretada en los denominados "fueros de la Extremadura" [v. mapas 76 y 78], con la finalidad doble de la defensa militar común de una zona fronteriza con los musulmanes y de la ordenación económico-agraria, fundamentalmente los pastos, sobre los que se basó su indudable potencial ganadero [v. mapa 83].
La extensión de las cuatro "comunidades" aragonesas fue desigual, puesto que, aproximadamente, ocuparon: Teruel, 4.160 km2; Daroca, 3.700; Calatayud, 1.750, y Albarracín, la última en incorporarse, 1.280 kilómetros cuadrados.
Si se compara este mapa con el correspondiente a los monasterios bajomedievales [v. mapa 70], observaremos con claridad la táctica defensiva de la Corona, puesto que las tierras del Maestrazgo quedaban custodiadas por las Ordenes Militares. En el centro, en el camino hacia Valencia, todavía por reconquistar, todo un pasillo de dominio real, perpetuado hoy con nombres como Caminreal o Monreal del Campo.