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71. DOMINICOS Y FRANCISCANOS

Todas las órdenes monásticas aparecidas hasta el siglo XII, cuya importancia para la repoblación del territorio fue grande [v. mapas 68, 69 y 70], estaban enraizadas en el medio rural, cuando ya el resurgimiento de la vida urbana era un hecho irreversible.

Estos núcleos urbanos, aunque en Aragón no alcanzaron grandes proporciones, fueron terreno abonado para la herejía y propicio para la evangelización, pero para ello se precisaban órdenes monásticas nuevas, cuyos frailes salieran a la calle a combatir con palabras e ideas. Para luchar, pues, en la ciudad, para cercenar las herejías, vieron la luz en el siglo XIII las llamadas Órdenes Mendicantes, entre las que iban a destacar los Predicadores, o Dominicos, y los Hermanos Menores, o Franciscanos.

Dominicos y Dominicas, con su hábito blanco, se expandieron por todo Aragón de Norte a Sur, llegando hasta Alcañiz y Albarracín. Los Franciscanos también se asentaron en tierras aragonesas, y dos de sus monjes, discípulos de san Francisco, con su hábito castaño, llegarían a Teruel. Eran Juan de Perugia y Pedro de Saxoferrato, muertos como mártires en Valencia en 1228.

A esta hornada pertenecen también las Pobres Damas, o Clarisas, como ramificación franciscana, de las que aún sigue en pie, por ejemplo, el monasterio oscense de Santa Clara.

Carmelitas, Agustinos, Servitas, Siervas de María y Mercedarios, especializados estos últimos en el rescate de cautivos, serán otros ejemplos de Órdenes Mendicantes, de frailes urbanos.