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70. LOS MONASTERIOS BAJO-MEDIEVALES

A partir del siglo XII, los monasterios pirenaicos [v. mapas 68 y 69] se habían quedado desfasados en su mayor parte. Llevaron, no obstante, vida próspera los que salieron fortalecidos con la concentración del siglo XI: San Juan de la Peña, San Victorián y Montearagón y, en menor escala, Santa Cristina de Somport (surgido al calor del Camino de Santiago) [v. mapa 91], Santa Cruz de la Serós y Alaón. Desplazados del centro de gravedad del Reino, en realidad se vieron eclipsados por otros recién nacidos, fundamentalmente los "cistercienses" y los dependientes de las Órdenes Militares.

Por razones múltiples, los benedictinos cluniacenses -los monjes negros- fueron reformados a partir del siglo XII, destacando la reforma cisterciense -los monjes blancos-, cuyos monasterios se ubicaron, generalmente, en tierras sin cultivar, que serán roturadas por los propios monjes, dando origen a auténticas granjas-monasterio. La austeridad de los templos de estos "monjes roturadores", auténtico instrumento de la repoblación del país, chocó con el barroquismo del románico cluniacense [v. mapa 96]. Veruela (1146), Rueda (1153), Piedra (1194) y, más tarde, Santa Fe (1223) serán los monasterios aragoneses cistercienses masculinos. Entre los femeninos destacaría, llegando hasta nuestros días, la congregación de Casbas (1192), en el Somontano oscense.

Aparte los "cartujos", de escasa importancia desde el punto de vista de la repoblación, a los cistercienses habrá que añadir los dependientes de las Órdenes Militares, con independencia de la actuación de éstas. Hospitalarios o sanjuanistas serán el monasterio dúplice de Sigena (1188) -con dos comunidades, de monjas y frailes, bajo la dirección de la priora- y los de Grisén y Trasobares. Comunidad templaria relevante será la congregada en el castillo-convento de Monzón, mientras que la Orden del Santo Sepulcro tuvo el centro de gravedad en su monasterio de Calatayud.

La importancia de los monasterios cistercienses y los de las Órdenes Militares en la repoblación del país fue innegable, al poner en explotación, casi siempre mediante el sistema de "treudos" -a tributo- sus patrimonios territoriales, destacando algunas de sus "cartas de población" e incluso la creación de abundantes "mercados" periódicos en poblaciones de su dependencia.

No olvidemos que bajo su jurisdicción se acumuló una gran cantidad de tierra que, aproximadamente, se podría calcular así: San Juan de la Peña, 380 km2; Veruela y Rueda, 150 cada uno; Casbas, 160; Sigena, unos 820 km2.

Si añadimos a estas cifras las tierras bajo dominio jurisdiccional y económico de las propias Órdenes Militares (Hospital, unos 4.500 km2 ; Calatrava, unos 2.170; Temple; Santo Sepulcro, unos 230; y Santiago, 300), y los de los "cabildos catedralicios" (sobresaliendo la Seo zaragozana, con más de 1.400 km2 de tierras), tendremos una idea aproximada del poder económico y social de la Iglesia en Aragón [v. mapa 75].