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68. LOS MONASTERIOS (siglos IX y X)

Los tres condados que darán origen al reino de Aragón [v. mapas 37 y 38] -Aragón, Sobrarbe y Ribagorza- carecieron de la más mínima infraestructura político-administrativa, que comenzará a dibujarse en el siglo XI, con la aparición de los "tenentes" [v. mapa 61].

El carácter abrupto del terreno no facilitaba tampoco las comunicaciones de una población compuesta fundamentalmente por ganaderos y agricultores, convertidos muy a menudo en guerreros. La vida estaba compartimentada en valles, algunos de ellos bastante inaccesibles y, por lo tanto, encerrados en sí mismos. Casi todos ellos tenían en común otra cosa, la existencia de un monasterio.

Estos cenobios, algunos de los cuales llegaron a convertirse en reductos culturales importantes, cumplieron asimismo una tarea ordenadora de la vida económica y social del entorno que dominaban, poniendo en explotación sus bienes con los moradores de sus aldeas.

Conocemos de manera imperfecta la existencia de algunos de origen visigodo, correspondientes al siglo VIII y primera mitad del IX, pero poco a poco éstos se vieron eclipsados por otros de origen carolingio, hecho lógico si tenemos en cuenta las relaciones existentes entre ambos territorios [v. mapa 37]. No obstante, desde mediados del siglo IX, la crisis del Imperio Carolingio dio origen a un cambio de mentalidad, con una vuelta a lo autóctono, a las raíces hispanovisigodas, retorno que se concretó externamente en una restauración de la liturgia llamada mozárabe.

Como puede observarse en el mapa, la atomización, la dispersión y la modestia son las características esenciales. Prácticamente cada valle cuenta con su monasterio, con zonas de influencias restringidas. Es fácil observar el vacío existente en Sobrarbe, sin duda debido a la más permanente presencia musulmana, como se vio en su momento. Destacan del conjunto, entre otros, los de San Pedro de Siresa, San Juan de Ruesta, Santa María de Fuenfría, San Martín de Cillas, San Pedro de Taberna, San Andrés de Fanlo, Santa María de Obarra, San Urbez de Nocito y Alaón.

De la importancia cultural de estos cenobios tenemos el testimonio directo del cordobés san Eulogio que, tres años después (851) de haber permanecido algún tiempo en los de Cillas, Leire, Siresa, Igal y Urdaspal, nos narra por escrito cómo en la biblioteca de San Pedro de Siresa encontró, y se llevó copia a tierras andaluzas, obras de Avieno, Virgilio, Juvenal, Horacio, Porficio, san Agustín y demás Padres de la Iglesia, cuando en el resto de Europa occidental casi se habían olvidado de ellos por completo.

Con motivo de la europeización promovida por Sancho III el Mayor [v. mapa 40], estos centros sufrirán, en su mayor parte, una profunda reforma, en el siglo XI, cuyo alcance se estudia a continuación [v. mapa 69].