Cuando se dice que las fronteras aragonesas no han variado desde 1301/1305 se está diciendo la verdad. Si para el siglo XIV el asunto está claro [v. mapas 59, 60, 61,62, 63, 64 y 65], en el siglo XV, el censo de fuegos del Reino, de 1495, es diáfano; luego vendrán los denominados "mapas oficiales" de Aragón, de 1620, 1761 y 1777. Por último, la división provincial de 1833, que ha llegado hasta la actualidad.

No han existido variaciones, está claro, pero se omiten detalles o intentos frustrados de cambios o alteraciones pasajeras que no siempre han sido contrarios a Aragón. Veamos dos ejemplos:

En segundo lugar, la fallida ampliación que de Aragón hacía la Reina Gobernadora en 1706, cuando escribía que "he resuelto conceder a ese reino (de Aragón) e incorporar a él el puerto de Tortosa y sus alfaques, y todos aquellos lugares y territorios de la parte del Ebro hacia Aragón que hasta aquí han estado incorporados al principado de Cataluña, y también desmembrar del principado de Cataluña la ciudad de Lérida y todos los lugares...".

El mapa recoge cuál hubiera sido el resultado de una tan personalísima medida, como lo fueron los testamentos de Jaime I. Tanto en un caso como en el otro, afortunadamente, se impuso la historia, la tradición, el derecho y el sentido común.