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Las tierras a reconquistar en la Península se habían ido pactando sucesivamente [v. mapa 56], de modo que, después del tratado de Almizra (1244), la Corona de Aragón prácticamente no tenía posibilidades de incorporaciones territoriales nuevas, porque su reconquista había finalizado.
Va a tener lugar ahora la denominada "expansión mediterránea" [v. mapa 58], consecuencia, entre otras causas, de la finalización de la reconquista peninsular, como válvula de escape de una organización guerrera durante siglos y como necesidad de hallar mercados para el comercio, fundamentalmente catalán.
Pero la Corona de Castilla, a pesar de su tradición atlántica, ansiaba igualmente surcar el Mediterráneo. La experiencia atesorada a través de los tratados sobre el reparto peninsular condujo a los representantes de las Coronas de Castilla y Aragón a pactar asimismo su salida al mar. De ahí que, a fines del siglo XIII, ambos monarcas delimiten las respectivas zonas de influencia en el mar común. El tratado de Monteagudo (1291) será la base legal de la expansión catalano-aragonesa por el Mediterráneo.
En estas fechas, Jaime II de Aragón y Sancho IV de Castilla se venían enfrentando con regularidad por el apoyo que el aragonés prestaba a los "infantes de la Cerda", aspirantes al trono castellano en detrimento del rey. Pero ambos necesitaban la paz: uno, el castellano, para dedicarse a la frontera granadina; el otro, el aragonés, para volcarse en Sicilia, incorporada a la Corona de Aragón desde 1282. Ambos reyes pactaron en Moteagudo de las Vicarías (Soria), en 1291, el reparto del Mediterráneo norteafricano, de modo que la Corona de Aragón se reservaba como zona de influencia las actuales costas de Argelia y Túnez, hechos que tendrán repercusiones futuras importantes.
Este reparto estuvo en vigor hasta el tratado de Tordesillas de 1494, en el que entraba en juego una tercera potencia, Portugal.