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51. SIGNIFICADO DE ALFONSO I EL BATALLADOR (1104-1134)

Sancho Ramírez y Pedro I habían logrado instalar posiciones de vigilancia y acoso frente a las principales ciudades taifales de la misma línea del Ebro [v. mapa 47] -Tudela, Zaragoza, Fraga y Lérida-, pero carecían de medios suficientes para el asalto final. En hallar esos medios y explotarlos radica la grandeza de Alfonso I el Batallador, quien se hizo cargo del Reino en 1104.

Efectivamente, a pesar del renacimiento económico por el que atravesaba Aragón, su estructura militar tan sólo estaba preparada para la defensa, puesto que carecía de poder suficiente de acometida: le faltaban efectivos humanos, pero, sobre todo, fuerzas de caballería con las que oponerse a la caballería musulmana, y máquinas de guerra ofensivas con las que abatir muros. Por otra parte, la incipiente nobleza aragonesa tampoco estaba muy interesada en la reconquista, y la falta de un ejército regular impedía cualquier campaña medianamente larga, puesto que los "seniores" [v. mapa 61], de acuerdo con la legislación vigente, tan sólo estaban obligados a socorrer a sus expensas al rey durante tres días, y únicamente con ocasión de peligro inminente.

Alfonso I buscó y halló soluciones, aún en detrimento de su propio patrimonio: concederá exenciones y privilegios ventajosos a quienes le ayuden militarmente; creará cuerpos de caballería villana, o sea, no nobiliaria; fundará dos Ordenes militares propias, Belchite y Monreal; estimulará una nueva legislación; convocará hombres del otro lado de los Pirineos [v. mapa 52]; adquirirá en Francia ingenios bélicos nuevos con los que batir y asaltar murallas; logrará de la propia Iglesia una "bula de Cruzada" para atraer hombres de toda Europa. Esa es parte de su obra; el resto, la acción militar.

En menos de treinta años, Alfonso I triplicó el territorio que le dejara su hermano Pedro I, reconquistando, a pesar de la oposición de los Almorávides -que habían tomado Zaragoza en 1110- un amplio territorio cuyo perímetro delimitaban Tamarite (1107), Ejea (1105-1106), Zaragoza (1118), Tudela (1119), Soria (1120), Calatayud (1120), Molina de Aragón (1128), Cella (1129), Morella (1117), Mequinenza (1133) y Fraga (1134).

En 1134 era derrotado en Fraga, muriendo pocos meses después. Su deseo de alcanzar el mar -ganándose la oposición del barcelonés Ramón Berenguer III y del rey leridano (1120)- no sólo no fue logrado, sino que el contrataque almorávide a punto estuvo de recuperar las ganancias territoriales del Batallador. Se perdió mucho terreno, pero Zaragoza pudo resistir. Aragón había alcanzado definitivamente la llave del Ebro, lo que sería aprovechado por sus seguidores inmediatos para finalizar con la reconquista aragonesa [v. mapa 54].