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Las pinturas rupestres, es decir, las realizadas sobre la roca, constituyen uno de los documentos más idóneos para conocer la cultura de los hombres que las plasmaron, sobre todo a falta de otro tipo de testimonios, fundamentalmente los escritos, como es el caso de la Prehistoria.
Hasta hace pocos años, los restos hallados en el actual Aragón nos emparentaban tan sólo con la forma de pintar de la zona "levantina". El descubrimiento reciente de la llamada "Cueva del Trucho" (Colungo, H) ha permitido conectar nuestras tierras asimismo con la otra gran zona pictórica, la denominada tradicionalmente "franco-cantábrica".
En efecto, las pinturas del Paleolítico Superior de Colungo, por su técnica y temática (caballos completos, sus siluetas o sus cabezas y cuellos, aparte de una serie de manos en negativo), conectan al actual Pirineo oscense con el área franco-cantábrica, permitiéndonos conocer mejor las creencias y modos de vida de estos hombres del Norte.
El arte "levantino", por otra parte, se remonta al menos al Epipaleolítico o Mesolítico [v. mapa 1]. Consiste en pinturas realizadas sobre la roca de abrigos o cuevas poco profundas, en las que aparecen representados personas y animales estilizados, que constituyen escenas animadas de la vida de unos hombres recolectores y cazadores, pertrechados con toda clase de armas y enseres de uso diario. Esta técnica y estos motivos "levantinos" se prolongarán en períodos prehistóricos posteriores.
El Aragón actual es rico en testimonios de la pintura parietal levantina, destacando el abrigo de "Arpán L" (cerca de la citada "Fuente del Trucho"), en Colungo, lo que amplía considerablemente hacia el Norte peninsular el límite de este tipo de pintura, muy representada en el Bajo Aragón y en la, actual provincia de Teruel.
En la Edad del Bronce [v. mapa 6] esta pintura tiende progresivamente hacia la abstracción, como puede observarse en la "estación" de "Doña Clotilde" (Albarracín, T) o "La Fenollosa" (Beceite, T).