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29. SEDES EPISCOPALES VISIGODAS

Desde el siglo VI, tres son los rasgos que comienzan a destacarse en el seno de la Iglesia hispanogoda: su florecimiento interno, la cada vez más escasa comunicación con Roma y su aproximación creciente a la Corona. En el siglo siguiente, el VII, estas tendencias se agudizarán, alcanzando una gran personalidad y una coherencia interna difícilmente superables. El IV Concilio toledano llegará a proclamar un lema: una Fe, una Iglesia, un Reino.

El episcopado hispanogodo constituyó un cuerpo sólido, constantemente reunido en concilios provinciales y generales [v. mapa 30]. A la cabeza de ese cuerpo, el obispo de Toledo, lugar de residencia del gobierno. A fines del siglo VII, ese rango singular adquiere carta de naturaleza, de forma que el obispo toledano se convierte en "primado" de la Iglesia hispanovisigoda.

Es durante el siglo VII cuando se completó la organización de la Iglesia visigoda; todo su entramado se basó en la anterior administración romana. Si observamos la compartimentación provincial de Diocleciano, del año 293 [v. mapa 18], se notará la coincidencia entre las antiguas capitales provinciales y las sedes metropolitanas visigodas: Hispalis (= Sevilla), Emerita (= Mérida), Bracara (= Braga) y Tarraco (= Tarragona). Sólo Cartagonova (= Cartagena) será desplazada por Toledo, sede del primado y capital del Reino. A todas ellas se añadirá la sede metropolitana de Narbo (= Narbona), en la provincia transpirenaica de Septimania.

Los obispos, muy numerosos, como puede observarse en. el mapa, fueron equiparados a la categoría de «dux», la más alta dentro de la escala social del Reino.

En principio, el nombramiento de un nuevo obispo debía serlo por consenso de todos los prelados comprovinciales, siendo consagrado por tres de ellos y presentado al metropolitano. Con la conversión oficial al Catolicismo, la intervención del monarca en los asuntos de la Iglesia se había hecho cada vez más intensa, de modo que otro procedimiento para designar obispos se hizo habitual, la designación real. Ambos coexistieron.

Como puede observarse, el Aragón actual contó con tres sedes episcopales (Huesca, Zaragoza y Tarazona), sufragáneas de Tarragona, capital metropolitana.