Introducción Índice temático Índice de mapas

23. LOS PUEBLOS GERMÁNICOS ENTRE 409-429

A mediados del siglo III, los "pueblos bárbaros" irrumpieron en el Imperio, cuyas estructuras socio-económicas y político-militares se resquebrajaron a lo largo de los siglos III, IV y V, originando un permanente estado de inseguridad. El valle del Ebro, aun cuando no soportó físicamente a estos pueblos hasta comienzos del siglo v, se vio afectado también, naturalmente.

Ciudades como Caesaraugusta (= Zaragoza) tuvieron que reconstruir sus defensas, innecesarias durante la "pax romana". Aumentaron los impuestos para sufragar un ejército cada vez más oneroso; la persecución del fraude fiscal multiplicó la burocracia; los hacendados y poderosos abandonaron las ciudades buscando en el campo una mayor seguridad y la posibilidad de evadir impuestos; los caminos quedaron a merced de los salteadores. Todo el Imperio se ruralizó, apareciendo una pléyade de grandes terratenientes, entre los que buscará su salvación la población despavorida.

Los débiles solicitarán el -amparo del poderoso terrateniente que, poco a poco, irá usurpando al propio Estado parte de sus funciones; así surgen los primeros dominios señoriales y toda una serie de instituciones que encaminarán hacia el feudalismo y el latifundismo, originándose una sociedad más desequilibrada que la anterior tanto jurídica como económicamente hablando.

Las estructuras que habían mantenido en pie el colosal Imperio Romano habían llegado a su techo, puesto que una causa tan coyuntural como una invasión no es suficiente como para corromper unas estructuras sanas. Las invasiones de los "pueblos bárbaros" o "germánicos" no hicieron más que ayudar a la desaparición de la maquinaria romana.

Las invasiones germánicas en la Península constituyen, por lo tanto, un episodio más del caminar de estos pueblos a lo largo de la frontera buscando un asiento, sobre todo al verse presionados por los "hunos".

Entre 409 y 411, los Pirineos son atravesados por Suevos, Vándalos y Alanos que, tras peregrinar por el interior de la Península, hallaron asentamientos más definitivos, de modo que los Suevos y Vándalos Asdingos se adueñaron de las tierras hoy gallegas; los Vándalos Silingos se asentaron en Andalucía, aunque pronto abandonarían la Península; los Alanos ocuparon la Lusitania y parte de la Cartaginensis.

La mayor parte de la Tarraconensis quedó bajo el dominio más nominal que efectivo de Roma, que encomendó a los Visigodos, en calidad de federados, la custodia de estos territorios. El valle del Ebro, por lo tanto, permaneció, por el momento, legalmente dentro del dominio imperial.