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21. EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO (siglos III-V)

La religión fue uno de los vehículos más eficaces de la romanización de las gentes del valle del Ebro [v. mapa 20] puesto que, aun cuando subsistieron algunas prácticas religiosas indígenas, acabó generalizándose e imponiéndose el Panteón romano, del que descollaron Baco, Venus, Diana y Apolo, a juzgar por los testimonios hallados; alcanzó asimismo en nuestras tierras el culto al emperador. De todo ello han quedado en Aragón restos gráficos en inscripciones, esculturas, monedas y mosaicos.

Sobre la implantación del Cristianismo en Hispania sabemos que tardó bastante. Acerca de la evangelización de san Pablo y Santiago, ninguna noticia fiable anterior al siglo III, y sólo la tradición oral, difícilmente demostrable nos relata la aparición de la Virgen del Pilar a Santiago, naturalmente en el siglo I. Al menos hasta ahora ni arqueología ni documentación fidedigna nos permiten confirmar una tradición de presumible origen medieval.

Es sólo a partir del siglo III cuando se detectan las primeras comunidades de cristianos, aleccionadas por legionarios y mercaderes romanos llegados de África, y su cauce primero fueron las ciudades. Caesaraugusta (= Zaragoza) y Osca (= Huesca) conocerán pronto sus primeros mártires (finales del siglo III y comienzos del IV), de los que sabemos bastantes de sus nombres a través de una figura señera del Cristianismo de entonces en el valle del Ebro, Prudencio.

La promulgación del "Edicto de Milán" (313), por Constantino, favoreció la expansión del Cristianismo, hecho del que poseemos testimonios arqueológicos tanto en el ámbito urbano como en el rural [v. mapa 22].