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No le fue fácil a Roma la conquista e incorporación del valle del Ebro, debido a la resistencia que opusieron la mayor parte de las tribus que ocupaban el territorio, fundamentalmente los Iacetanos, Suessetanos, Ilergetes y Celtíberos [v. mapas [9 y 14].
Pero una vez conquistadas las tierras del llano ibérico, la paz tardó en llegar porque Ia doble confrontación civil, entre los propios romanos, tuvo en nuestro solar uno de sus escenarios más activos.
a) En primer lugar, el líder del partido «popular» romano, Mario, para intentar derrocar la dictadura impuesta por Sila con el apoyo de la aristocracia, envió a su lugarteniente Sertorio (año 82 a.C.) a la Península. Este convirtió a Osca (= Huesca) en su centro políticomilitar y, de rechazo, en un famoso foco cultural -a través de la denominada escuela sertoriana, centro de formación de los hijos de los jefes indígenas- y económico, haciendo de Osca la principal ceca de Hispania.
La causa defendida por Mario y Sertorio les atrajo múltiples adhesiones entre los hispanos de modo que, apoyado en la línea formada por Calagurris (= Calahorra), Osca (= Huesca) e Ilerda (= Lérida), Sertorio llegó a hacer suyo todo el valle del Ebro, y aún acudió a otras zonas peninsulares también sublevadas.
Tras siete años de guerra incierta, Cneo Pompeyo el Grande acabó con la intentona sertoriana y todas las tierras sublevadas, incluidas las del actual Aragón, volvieron al control oficial de Roma.
b) En segundo lugar, el enfrentamiento entre César y Pompeyo, convertido éste a los ideales del partido "popular" que antes ayudara a destruir, halló eco de nuevo entre los hispanos, que ahora se pusieron de parte de Pompeyo. Ni la aportación humana ni la económica de los sublevados, entre los que destacan los habitantes del valle del Ebro, pudieron impedir la victoria de César, concretada en las batallas de Ilerda (= Lérida), en 49 a.C., y Munda (= Montilla), en 45 a.C.
Con el término de las guerras civiles, todo el país quedaba sometido a Roma. La paz había llegado.