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10. CECAS IBÉRICAS

Una de las características esenciales de la entrada de las tribus prerromanas en la Historia es la acuñación de moneda, técnica aprendida de los pueblos mediterráneos [v. mapa 8] y de los romanos; es, pues, uno de los frutos de la «iberización» [v. mapa 9].

No obstante, las monedas ibéricas conocidas -fácilmente identificables por el jinete que porta una lanza, en su reverso- corresponden todas ellas a la época de presencia romana en la Península; siguen incluso el patrón romano, si bien el rótulo de la ceca se inscribe en alfabeto ibérico.

El período álgido abarca desde 133 a.C. (caída de Numancia) hasta 83-72 a.C. (guerras sertorianas) [v. mapa 16], habiéndose detectado un considerable número de cecas que acuñaron en bronce, que son las monedas más antiguas y abundantes, y en plata, aunque éstas sólo en Arsaos, Bolscan, Sears, Secaisa, Segia y Turiaso.

La costumbre de inscribir en las monedas el nombre de la ceca (Celse; Bílbilis, Turiasu, Bolscan, Iaca, Salduie, Bursau, Segia, etc.), ha permitido la localización de estas cecas en la mayor parte de los casos. Sin embargo, todavía existen bastantes dudas en otros por falta de identificación segura, como en los de Sedeis, Caio, Orosis, Arsaos, Otobesken, Lagine, Borneskon, Sedeisken, Ecualakos o Secaisa.

Si la ceca de Azaila ha sido la mejor estudiada [v. mapa 11], la de Bolscan (= Huesca) fue sin duda la más importante [v. mapa 12].

Cuando César venció a los pompeyanos en Ilerda (= Lérida), en 49 a.C. [v. mapa 14], toda una serie de medidas político-administrativas afectaron al valle del Ebro, entre ellas, la regulación de las acuñaciones monetarias, emitidas desde entonces en múltiples cecas municipales, pero con leyendas y tipos latinos; las monedas ibéricas dejaron de acuñarse.