capítulo 11 EMÉTICOS 65.
Medicamentos eméticos o vomitivos son los que hacen arrojar el contenido
del estómago de abajo arriba, hacia la boca, a través del esófago. El
vómito es Un movimiento del estómago para expulsar los líquidos contenidos
en él por la boca Es asombroso que los eméticos hayan caído tan
en desuso entre los médicos de nuestro país, que si el trabajo y el
estudio de algunos varones esclarecidos en la cosa médica no los hubieran
sacado de nuevo, ya casi nadie se ocuparía de ellos. Asombroso
digo, porque en tiempo de Hipócrates era habitual tomar por precaución
dos vomitorios al mes, y tan riguroso que el divino los recomienda en
diversos pasajes como [46] en Sobre el régimen, libro I, en Enfermedades
de las Mujeres, libro I, y otros más. Por otra parte, no sé si
cayeron fuera del orden de la medicina en la práctica por la petulancia
del vulgo ignorante o por servilismo excesivo de los médicos puesto
que numerosas enfermedades incurables con otros remedios, una vez probados
todos inútilmente, curan felizmente a veces con la administración de
un sólo emético. Describiré a continuación los eméticos más selectos
y seguros, explicaré a quiénes convienen o a quiénes no, para que los
jóvenes tengan tan claro que administrados correctamente cumplen la
curación de algunas enfermedades con mucha frecuencia, como el que administrados
inoportunamente provocan innumerables males. 66.
Los medicamentos eméticos son suaves y benignos o fuertes y violentos.
Los primeros son cualesquiera que tomado en gran cantidad provoca la
expulsión por arriba por gravar desmesuradamente el estómago, así ocurre al
tomar gran cantidad de agua caliente, hidraleo, cerveza y otros; o aquellos
que por laxar y lubricar excesivamente el estómago consiguen que su contenido
sea fácilmente arrastrado hacia arriba a la menor oportunidad que se
presenta, y surge el vómito. Por esa razón provocan el vómito los
oleosos y los grasos, como el aceite de almendras dulces sacado sin fuego que
induce suavemente al vómito cuando se ingieren dos onzas. También
conviene aquí cualquier medicamento externo que suele provocar el vómito,
como un pincel untado en aceite aplicado a la garganta, los dedos metidos en
la gola y otros que obligan al estómago a vomitar por irritar las
fibras nerviosas del esófago y de la garganta. Se incluyen en esta
clase los eméticos suaves, los movimientos desordenados del cuerpo y los
movimientos desacostumbrados, tales como la navegación, el viaje en carro y
otros, igual que los actos de la imaginación que a veces conmueven tanto el
estómago que lo obligan a los extraños movimientos del vómito. 67.
Los segundos son los que provocan el vómito porque pellizcan, irritan o
conmueven las fibras nerviosas del estómago más de lo que es conveniente;
tales son del reino vegetal: la tintura de nicociana preparada
con las hojas del tabaco común y la ayuda del espíritu del vino rectificado,
en dosis de uno a dos dragmas; el jugo de rábano de una a dos onzas recién
exprimido, que pierde sus propiedades si no se toma en el término de una
hora; las semillas del rábano hasta media onza; las semillas del eneldo hasta
media onza suelen dejar tras sí una prolongada náusea. El heléboro
blanco hasta seis granos es un fortísimo vomitivo, no tanto el heléboro negro
hasta medio dragma; la raíz del ásaro hasta un dragma en esencia y hasta tres
onzas en cocimiento; las hojas de graciola hasta dos escrúpulos, las de
racimillo hasta medio dragma, y la goma gamandra (goma gotta para otros) de
seis a doce granos. Sin
embargo no están en uso entre los médicos los remedios citados bien por ser
demasiado fuertes, bien por ineficaces, y rara vez son prescritos por los
médicos más sensatos. El emético más excelente de la clase de los
vegetales, que descuella incluso sobre los sacados del reino mineral es: la
raíz de la ipecacuanha, Vejunquillo para los españoles, raíz
disentérica por otro nombre, porque se usa en las disenterías; y no
sólo en la disentería, sino también en cualquier flujo de sangre se piensa
que es oportuna con almáciga, opobálsamo y bálsamo de copaiba. Quien
desee conocer el origen y el análisis de esta raíz lea a Pierre Pomet en su
historia de las drogas, a Nicolás Lemery en su Universal Historia Medicamentorum
Simplicium y a Jacques Manget en su Bibliotheca Pharmaceutica
tomo 2, pág.1143. Esta raíz se prescribe hasta un dragma en caldo u
otro licor idóneo. Algunos, como Zwinger, tomo 1, pág. 527, creen que
del reino animal provocan el vómito las uñas humanas y su raedura. Por
mi parte, con Manget, tomo 1, pág. 811, pienso que lo garantiza más por la
náusea que por una virtud especial. Del reino animal se sacan numerosos
vomitivos ampliamente recogidos por los autores químicos. Agua bendita de Rolando o vino
emético de media a dos onzas. Oxizacre de Ángel Salas, de dos a seis
dragmas. Mercurio de vida (o de muerte) en sustancia de dos a cuatro
granos, en infusión hasta seis granos. Gilla Teofrastro o sal vomitiva
de vitriolo, de medio escrúpulo a medio dragma. Tártaro emético de
cuatro a seis granos. Vidrio de antimonio, de uno a tres granos.
Cardenillo, de medio a dos granos. Vitriolo blanco, de medio a dos
escrúpulos. Turbit mineral, de dos a seis granos. De
ellos pueden sacarse las siguientes fórmulas: R. Mézclense dos libras de agua templada
con dos onzas de aceite de almendras dulces sacado sin fuego; tómese como
bebida. R. Tómese en un caldo un dragma de
polvo de ipecacuanha. R. Tómense en un trago de agua común cuatro
granos de tártaro emético. R. Agua Bendita de Rolando, dos onzas. R. Disuélvase en tres onzas de agua medio
escrúpulo de sal de vitriolo. R. Hágase un bolo con cuatro granos de
mercurio de vida y cuanto haga falta de conserva de rosas. 68. Aquí hay que
advertir a los jóvenes que se abstengan cuanto sea posible de los eméticos
minerales más fuertes, especialmente en este país, ya que purgan con suma
violencia, los antimoniales en particular (con la excepción del tártaro
emético que provoca un vómito suficiente sin peligro). Fuller, p.90, Tencke,
capítulo "De Emeticis", y Frederic Dekkers Pág. 92 ruegan con toda
su fuerza abstenerse de éstos. Para cumplir todas las prescripciones de
vomitar son suficientes: la ipecacuanha, el aceite de almendras dulces en
caldo o el Agua bendita de Rolando y el tártaro emético. 69.
Sobre la manera en que actúan los remedios de este género es bastante
común la opinión de los Galénicos, quienes aseguran que actúan por provocar
la facultad expelente, mediante la cual el estómago expulsa lo que le
es nocivo [47];
de manera que la irritación necesaria para el vómito debe realizarse
por el orificio superior del estómago, así como para provocar los cursos
conviene que la irritación se realice en el fondo del estómago o en
los intestinos. Los Modernos, sobre la actuación de los eméticos,
sólo aducen sistemas excesivamente generales y no aportan nada digno
de mención más que lo que se apoya en observaciones prácticas; por ello,
prescindimos de exponer sus observaciones. En consecuencia, la
doctrina de Galeno sobre la actuación de los eméticos es cierta y sólo
falta añadirle que en los eméticos hay una diátesis especial, desconocida
a priori por nosotros, que es capaz de irritar por sí misma el orificio
superior del estómago y de obligarle a movimientos inversos. 70. Una vez indicada la
actuación de los eméticos sólo nos queda explicar a quiénes y en qué
enfermedad convienen los eméticos. Casi todos los autores Modernos
afirman con Hipócrates y Galeno que son adecuados en todas las calenturas
intermitentes; además, consta con variada prueba que, en ocasiones, la
administración de un sólo emético la ha curado por completo una vez probados
inútilmente todos los remedios; esto lo exponemos más ampliamente en el
discurso de Calenturas. Sydenham considera el emético tan necesario en
las calenturas agudas cuando sobreabundan los humores especialmente
corrompidos en las primeras vías, que si no se aplica oportunamente se
convertirán en sentina de los más numerosos males, según sus palabras de la
página 57. Hay que señalar al paso que alguna vez se provoca el vómito
en numerosas calenturas agudas originadas en el orgasmo de la sangre y en sus
partículas acres retenidas en el estómago; por ello, numerosos médicos al
considerar que hay que seguir adonde tiende la naturaleza según la doctrina
del divino anciano, proporcionan eméticos con esta opinión defectuosamente
tomada, con lo que los desventurados enfermos no dejan de vomitar hasta que
vomitan el alma; por ello hay que advertir que en estas calenturas los
vómitos son provocados por la sangre excesivamente agitada, y que es más
recomendable la sangría que cualquier otra cosa. Lo mismo hay que decir
de la pleuritis que, aunque con frecuencia empieza con el vómito, no es
recomendable el vomitivo, sino las sangrías moderadamente realizadas, lo que
quisiera que se comprendiera acerca de todas las inflamaciones. fin
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