Los años 1796 y 1797, en los que aparentemente no sucedía nada especial, eran el preludio de los cambios irreversibles y profundos en la ciudad de Zaragoza generados por los hechos revolucionarios de Francia. Casamayor no daba importancia a esto. Pero tras la guerra española contra la Convención (1793-1795), se incubaba el fin del orden establecido, la primera gran desamortización eclesiástica (1798) y el posicionamiento patriótico del clero para defender, al tiempo que sus propios intereses económicos, a la monarquía española y al orden político de siglos.