El hombre del campo condicionaba sus actividades, también las religiosas, atendiendo al Ciclo Agrícola, determinado este por el transcurso de las estaciones. Cada paso de una estación a otra está marcado por la Naturaleza, pero como la evolución no está guiada por la fatalidad, para que las consecuencias de cada etapa sean favorables se puede y se debe intervenir por medio de rituales distribuidos a lo largo del año. Este ritmo ceremonial está también condicionado por el calendario que la Iglesia Católica marca a sus fieles. Trabajo, ocio y naturaleza están perfectamente trabados en la tradición. La primera parte del libro trata sobre los hechos y celebraciones que siguen el ciclo agrícola a lo largo del año. La segunda parte trata de todos aquellos que no tienen día fijo de celebración sino que son puestos en escena cuando la ocasión lo requiere.