ÍNDICE POR ÉPOCAS

EDAD MEDIA CRISTIANA

64. FORTIFICACIONES MEDIEVALES DE ÉPOCA CRISTIANA Y MODERNAS · C. Guitart Aparicio.

La primera serie de castillos que aparecen en territorio aragonés por iniciativa de los cristianos respondió a motivaciones estrictamente defensivas, contra un enemigo mucho más poderoso y centralizado, el Estado musulmán, es decir, lo contrario de las motivaciones que habían impulsado a éste, que eran de índole imperialista, con el fin de tener sojuzgado el territorio conquistado en España. Dicha primera serie de castillos cristianos se realizó a lo largo de la cordillera prepirenaica, la cual, a grandes rasgos, fue la frontera meridional de los Estados cristianos de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza durante los siglos IX, X y XI.

Estos primitivos castillos cristianos, sin desconocer que en algunos predominaba la madera,‹material perecedero, por lo que sólo han quedado indicios‹, se construyeron en piedra y se limitaban a un recinto murado, adaptado a un estratégico tozal, del que emergía una esbelta torre, bien evindenciada, acompañado muy frecuentemente por una iglesia románica. La torre es, bien cilíndrica ‹Fantova, Viacamp, Perarrúa, Pano, Montañana, Torre Ciudad‹, bien pentagonal -Luzás, Luesia, Aínsa, Troncedo‹, muy pocas voces exagonal‹Samitier, Boltaña‹, y más frecuentemente rectangular, forma que fue la que más se consolidó: Sos del Rey Católico, Biota, Sen, Obano, Momegastre, Finestras, etc. Loarre y Monzón en sus formas primitivas, coexistiendo esporádicamente dos torres en Sibirana.

Pocos se salieron del molde. La torre se magnificó y alcanzó proporciones del «donjon» centroeuropeo en los castillos de Abizanda, Biel, Marcuello y en la reconstrucción cristiana de la zuda de Huesca. Muro de Roda se concibió como una gran ciudadela de montaña. A partir del último cuarto del siglo XI, coincidiendo con la expansión del Reino de Aragón hacia el Sur, algunos castillos adoptaron formas mucho más grandiosas, con huellas del arte románico: Loarre, Alquézar, Montearagón, con capilla real y albergando una comunidad religiosa; eran el llamado castillo-convento, que se anticipó a los similares que, poco después, erigieron las Ordenes Militares, venidas de Tierra Santa, por todo el territorio aragonés: Monzón, Alcañiz, Aliaga, Castellote.

La necesidad de defender el territorio estrictamente aragonés contra los musulmanes cesó antes de mediar el siglo Xlll por la conquista del reino de Valencia, y como, políticamente, Aragón llevaba unida con Cataluña un siglo, las fronteras a defender se redujeron a dos: la del norte, con Francia, casi siempre pacífica, y al oeste con los reinos de Castilla y Navarra, mucho más agitada por varias guerras. Como consecuencia, las motivaciones defensivas fueron ahora, durante los siglos XIII, XIV y XV, las que empujaron a construir numerosos castillos en los distritos occidentales de Aragón, con nuevas tipologías. En Cinco Villas destacan por su grandiosidad los castillos de Sádaba y Uncastillo; aquél inaugura el tipo de castillo torreado de planta rectangular, que será el preferido para los posteriores castillos-palacio; el segundo es una gran ciudadela irregular sobre la que descuella la gran sala, que Influyó en los castillos menores de Yéquera y Rueyta; de esta época son también las defensas urbanas de Sos del Rey Católico, los castillos de Ruesta, Layana, etc. En todos predomina la piedra sillar. En cambio, la mampostería, y hasta el tapial, suelen predominar en los castillos erigidos en las fronteras del Moncayo y Comunidades de Calatayud, Daroca, Albarracín y Teruel, y, en su mayoría, adoptan la forma de una ciudadela de planta irregular, sin faltar castillos menores. El más grandioso es el de Peracense, siendo de destacar asimismo los castillos de Trasmoz, Bijuesca, Berdejo, Monreal de Ariza, Arándiga, Ateca, Ojos Negros, Alba, Cedrillas, Villel, Huesa del Común, etc. El castillo se reduce a una gran torre en Cariñena, Miedes, La Hoz de la Vieja. Y en estos tiempos se completaron las magníficas murallas urbanas de Daroca, Albarracín, y, mucho más fragmentadas, en Teruel y varias villas del Maestrazgo. Menor número de castillos hay, lógicamente, en las tierras orientales: Linares de Mora, Puertomingalvo.

El poderío de la Nobleza se consolidó en el siglo XIV, incluyendo a obispos y abades de grandes monasterios, consolidándose así los señoríos jurisdiccionales a título hereditario, los cuales se materializaron bajo las formas del castillo-palacio, erigido en la(s) villa(s) de su dominicatura como exponente visible, siendo la motivación de su construcción la seguridad y prestigio de dichas clases privilegiadas. La buena piedra y el estilo artístico gótico predomina en los castillos-palacio de Mesones de Isuela, Mora de Rubielos, Valderrobres, Mequinenza, Albalate del Arzobispo, Maella, y en otros menores: Ballesta, Barbués, Biniés, Larrés, Añón, Alcalá de la Selva. El mudejarismo, en mampostería y ladrillo, dejó su huella en los castillos-palacio de Illueca, Cetina, Almonacid de la Sierra, Jarque. Ambos estilos coexistieron en las reformas cristianas del castillo-palacio de la Aljafería en Zaragoza. En jurisdicciones de menor entidad, la dominicatura se manifestó en una simple torre de Señorío, bien gótica y de piedra ‹Navardún, Godojos, Erla, Baldellou, Monflorite, Mazaleón‹, bien mudejarizante en Pleitas, Sestrica. Ya al filo del año 1500, la transición hacia el palacio se detecta en Calatorao, Pinseque, Baells. Pervivencias en el siglo XVI son Permisán, Sora.

La fortificación contra Francia en la zona pirenaica, por hostilidades políticas, no se manifestó sino desde fines del siglo XV, limitándose en los primeros tiempos a simples torres de vigía, algunas con detalles góticos: Oto, Boalar, Majones, Larbesa, Escuer, Sabiñánigo, Ara, Baragués, Linás de Broto, Bergua, Buisán, Ceresuela, Mont de Roda, Lárrede, etc.

La auténtica fortificación a la moderna, abaluartada, adecuada para el cañón, de iniciativa estrictamente estatal, se implantó tardíamente a fines del siglo XVI, descollando considerablemente la ciudadela de Jaca. También subsisten la de Aínsa, los castillos menores de Villarreal de la Canal, Martes, Arén, vestigios en Benasque, Ysil. Del siglo XIX son los fuertes fusileros: castillo de Benabarre, Caspe (torre de Salamanca), Canfranc (Coll de Ladrones y la Torreta), Jaca (Rapitán), Biescas (Santa Elena).

BIBLIOGRAFÍA

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