ÍNDICE POR ÉPOCAS

EDAD MEDIA CRISTIANA

62. LA CULTURA MATERIAL DEL ARTE ROMÁNICO ARAGONES · A. I. Lapeña Paúl.

En el primer tercio del siglo XI está atestiguada la presencia de maestros procedentes de Lombardía que, sobre todo en el condado de Ribagorza, dejaron su impronta en iglesias y castillos. Obras lombardas destacadas son el monasterio de Obarra (de tres naves), la iglesia de San Caprasio en Santa Cruz de la Serós (de una nave), y las torres de Fantoba y Abizanda, más las del primitivo núcleo del castillo de Loarre. En ellas se encuentran los elementos propios de la arquitectura lombarda: el empleo de sillarejo, el método constructivo de doble muro muy cuidado con un relleno de mampostería y argamasa, bóvedas de arista, pilares de triple esquina, arcos de medio punto, decoración externa a base de lesenas, arquillos y frisos de dientes de sierra, arcos de puertas y ventanas doblados, etc.

Ciertas iglesias presentan huellas lombardas en algunas de sus partes, lo cual demuestra su comienzo por manos lombardas y su conclusión por otros maestros. Y otras sólo presentan elementos decorativos de tradición lombarda, tales como las bandas o lesenas y los arquillos, arcos doblados o puertas en arco de medio punto que cobijan un dintel entero, pero carecen de las restantes características.

En el valle del Gállego, sobre todo entre Biescas y el valle del Guarga existe un grupo de iglesias, de la segunda mitad del siglo XI, con una peculiar decoración en estrecha relación con el espíritu lombardo. Su realización fue a base de recursos de naturaleza arquitectónica: bandas, arquillos, baquetones, alfices, etc., y para conseguir una mayor riqueza ornamental se dio una multiplicación de estos elementos. La utilización del alfiz y de un curioso arco de medio punto que produce la falsa sensación óptica de un arco de herradura han llevado a lanzar una teoría mozarabista de estas iglesias, sin embargo las naves y ábsides, las proporciones o las formas ligeramente troncopiramidales de sus torres están también dentro del estilo del románico.

Al desarrollarse el románico jaqués algunas iglesias se hicieron bajo una forma híbrida: con formas escultóricas y con decoración a base de elementos arquitectónicos. En efecto en las últimas décadas del siglo XI en Jaca y su entorno se comenzó a adoptar el románico internacional, más espléndido y con decoración escultórica, de variado repertorio, que perdurará en Aragón hasta bien entrado el siglo XIII. Geográficamente se localiza en la zona del norte del Ebro y dos focos fuera de la misma: Zaragoza capital y Daroca.

En Jaca, punto esencial de las peregrinaciones, se inició en las últimas décadas del siglo XI una catedral de envergadura, con planta basilical de tres naves, separadas por pilares cruciformes compuestos y columnas alternándose, crucero cubierto con cúpula sobre trompas y bóvedas de medio cañón en los brazos, más pórtico a los pies y claustro. Este edificio influyó en otras obras como la de Alaón y en la francesa de Oloron, y en otras iglesias más sencillas: Iguacel, Sasabe, Bagüés, la iglesia alta de San Juan de la Peña y la de Loarre. Al interior los ábsides suelen tener un friso de arcos sobre columnas en su parte baja y una zona de ventanas en la superior. Columnas adosadas e impostas con ajedrezado organizan el exterior del ábside y le dan ritmo.

Los valles pirenaicos se llenaron de iglesias y monasterios del románico jaqués. Y conforme el reino de Aragón se expansionó, las iglesias que se edificaban en las tierras reconquistadas se levantaban bajo este mismo estilo. Las Cinco Villas cuentan con uno de los focos más importantes de románico: las iglesias de Sos, Uncastillo, Luesia, Luna, El Frago, Ejea, Biota, etc. son notables ejemplos de esta arquitectura, al igual que en otras comarcas como Murillo de Gállego, Huesca, La Sotonera y el Somontano, La Litera o el Bajo Cinca, presentando la provincia de Huesca la mayor densidad de obras románicas. En la ciudad de Zaragoza el tímpano conservado en El Pilar, el crismón de la iglesia de Santa Cruz y el ábside de la Seo, con una importante decoración en su interior, son las únicas muestras. Finalmente las iglesias de Daroca forman el núcleo románico más importante al sur del Ebro.

La escultura se encuentra en los edificios del románico pleno o jaqués. Cumple la doble misión de decorar y de enseñanza religiosa. Su presencia se concentra en los capiteles de las iglesias y de los claustros, en las portadas y en los canecillos. Destaca el programa simbólico del tímpano de la catedral de Jaca con influencia en otras obras cercanas. Además del maestro de Jaca deben señalarse los del sarcófago de D.ª Sancha, Loarre, Alquézar, San Juan de la Peña o Agüero, Uncastillo y el de La Seo junto con los maestros Esteban y Leodegarius.

La decoración pictórica es fundamental dentro de estas iglesias románicas y debió ser frecuente a pesar del escaso número de conjuntos conservados. La pintura mural románica en Aragón presenta una gran variedad temática y denota el arraigo de corrientes internacionales, difundidas por los artistas itinerantes que recorrían las distintas comarcas. No podía ser de otra manera en un territorio como Aragón abierto a Europa: su estrecha relación con las casas gobernantes francesas y con el Papado, con monasterios vinculados al renovador centro de Cluny, con el dominio sobre las dos principales ratas jacobeas: Somport-Jaca y Roncesvalles-Pamplona, y unas dignidades eclesiásticas de procedencia francesa en buena parte. La cronología de esta pintura mural discurre desde el último tercio del siglo XI hasta las últimas décadas del XIII, con algunas obras que comienzan a recoger el nuevo lenguaje gótico pero en las que aún perdura la tradición románica.

El tema más utilizado es el de la «Maiestas Domini» o Cristo en majestad, bendiciendo desde su trono, más los símbolos del Tetramorfos: hombre alado (S. Mateo), toro (S. Lucas), león (S. Marcos), águila (S. Juan), según la visión del Apocalipsis. Se encuentran en Ruesta, Navasa, capilla y cripta de Roda, Uncastillo y Vió. Conjuntos que se completan con el apostolado, menologios, animales afrontados, cortinajes y otros motivos. Dos programas destacan sobre los demás: Bagüés (fines del S. XI) y Sigena (primer cuarto del S. XIII), donde se narra la historia de la humanidad desde el punto de vista cristiano, desde la creación y pecado del hombre, representado por Adán, hasta la redención por Cristo. Ambos denotan un mecenazgo culto y refinado, sin embargo otros conjuntos son de claro carácter popular.

En cuanto a la pintura sobre tabla existe casi una decena de piezas custodiadas en diversos museos. Destaca el frontal de Berbegal con el tema del Cristo en majestad, tetramorfos y los apóstoles, pero predominan los dedicados a los santos y también los hay de dedicación mariana.

BIBLIOGRAFÍA

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