ÍNDICE POR ÉPOCAS

EDAD CONTEMPORANEA

98. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN ARAGONESA EN LA EDAD CONTEMPORANEA · F. J. Doménech Villagrasa.

Los economistas -políticos aragoneses de fines del siglo XVIII ‹Asso, Normante, Generés, Anzano, etc‹, preocupados por el débil poblamiento del territorio, seguramente hubieran visto con sumo agrado la evolución demográfica de la primera mitad del siglo XIX. En efecto, en los setenta años transcurridos entre 1787, fecha del último censo previo al nacimiento oficial de la Edad Contemporánea en 1789, y 1857 Aragón pasó de 622.308 a 879.767 habitantes. Expresado porcentualmente, ello representaba un incremento medio anual del 0,49%. Un porcentaje cuya real valía se aprecia al pensar que fue obtenido durante una primera mitad del siglo XIX en que la Guerra de la Independencia, la epidemia de cólera de 1834 y la 1ª Guerra Carlista apenas fueron sino los más destacados hitos de unos años realmente tensos para el normal desenvolvimiento de la población.

Sin embargo, esta importante ganancia demográfica en Aragón, de alguna manera sorpresiva para los propios en tanto que obtenido (al igual, por lo demás, que en toda España) en plena vigencia del antiguo régimen económico‹ni revolución demográfica, ni revolución económica‹, no sólo no consiguió acrecentar el peso de Aragón en el conjunto de la población española sino que fue insuficiente para mantenerle en el puesto que ocupaba a fines del siglo XVIII, ya que España iba a experimentar en este mismo período un incremento anual medio de su población ligeramente superior al aragonés, concretamente del 0,56%.

A falta, pues, de revolución económica, el aumento de efectivos en Aragón iba a estar sostenido por un proceso roturador que, iniciado en siglos anteriores, se intensificaría en el XIX, a medida que las antiguas organizaciones de ganaderos, tales como La Mesta castellana o la Casa de Ganaderos de Zaragoza, perdiesen un poder que había supuesto un grave freno para la agricultura.

Así, la realidad de un Aragón eminentemente rural se nos ofrece en el Cuadro 1, en que la distribución de 1857 muestra el abrumador peso de los municipios inferiores a los 1.000 habitantes y el débil porcentaje de los núcleos de más de 5.000 personas. Fenómenos que deberán interpretarse, en uno y otro caso, como el predominio en Aragón de pueblos y hombres para los que la agricultura era su principal actividad laboral y fuente de recursos económicos.

Durante la segunda mitad del siglo XIX esta situación apenas sufrirá variaciones, manteniéndose así los citados porcentajes en 1900 muy próximos a los de 1857. En cambio, donde sí habrá variación será en el «treud» poblacional, dándose un importante retroceso en la tasa de crecimiento respecto al período anterior, siendo ésta entre 1857 y 1900 tan sólo del 0,08 % anual. Ello, habida cuenta que la población española creció a un ritmo medio anual del 0,42%, relegó a posiciones aún más atrasadas el papel de Aragón en el concierto nacional.

Por otra parte, el citado débil crecimiento ni se repartió homogéneamente por el territorio aragonés ni afectó a todas las unidades administrativas, dependiendo el sentido de la particular evolución, en última instancia, de la capacidad de adaptación de cada zona al nuevo orden económico. Así, 17 Partidos Judiciales perdieron población entre 1857 y 1900, destacando por este orden Benabarre (-0,36% anual), Pina (-0,52% ), Boltaña (-0,33%) y Caspe (-0,32%), mientras que solamente 13 Partidos presentaron ganancias, sobresaliendo Zaragoza (+0,83%), Calamocha (+0,41%), Segura (+0,31%) y Ateca (+0,26%). Empero, una matización debe hacerse al engañoso incremento del Partido de Zaragoza, pues mientras la ciudad experimentó un impresionante aumento del 1,04% anual, los pueblos de su partido presentaron una pérdida acumulativa del 0,10% anual. Primera clara imagen de lo que desde entonces a la actualidad van a ser dos características constantes en Aragón: la existencia de un solo núcleo macrocefálico y la progresiva pérdida de importancia, en valores relativos y absolutos, de las restantes zonas del territorio aragonés.

En suma, un exiguo crecimiento que, en tanto que en muy inferior a lo que cabría esperar del simple juego vegetativo, sólo encuentra su explicación en un fenómeno: la emigración de mano de obra, a medida que se articula el mercado nacional y los factores productivos tienen mayor movilidad, hacia aquellas regiones que comenzaron antes la industrialización ‹y Aragón se encuentra situado entre los dos principales focos en que este proceso se ha desarrollado antes en España: Cataluña y País Vasco.

Ya en el siglo XX, notables cambios en las técnicas, sistemas y tipos de cultivo iban a ser, junto al surgimiento de algunas industrias ‹en general ligadas al sector primario ‹ y la acción constante de la ciudad de Zaragoza (ella sola absorberá, en una agudización del inarmónico poblamiento aragonés, más del 60% del incremento final de población) quienes posibilitasen la retención en Aragón de una parte del considerable excedente de población originado, entre 1900 y 1930, en la fuerte caída de las tasas de mortalidad ordinaria.

Sin embargo, todo ello no bastaría para impedir que Aragón fuese, en estas tres primeras décadas del siglo XX, un vivero de joven mano de obra‹masculina y femenina‹que, aun bajo la amenaza de despoblar sus núcleos de origen, no había de dudar en marchar a alimentar industrias y hogares de la capital aragonesa y de otras regiones españolas, fundamentalmente de Cataluña. Significativamente, en 1930 Huesca, Teruel y aún la misma provincia de Zaragoza habrían de presentar saldos migratorios negativos.

AÑO

1867 1867 1900 1900 1930 1930

MUNICIPIOS DE:

% NÚCLEOS % HABIT. % NÚCLEOS % HABIT. % NÚCLEOS % HABIT.

- 1.000 HAB.

 1.000-5.000

 5.001-10.000 10.001-25.000

 25.001-50.000

+ de 50.000

76,7

22,3

0,6

0,3

---


0,1

40,4

43,5

5,3

3,6

---


7,2

76,6

22,4

0,6

0,3

---


0,1

78,0

42,5

4,8

3,8

---


10,9

74,3

24,0

1,3

0,3

---


0,1

31,0

39,7

8,2

4,2

---


16,9

BIBLIOGRAFÍA

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