Con la muerte sin descendencia del rey Martín el 31 de mayo de 1410 se abría en la Corona de Aragón un interregno de veinticinco meses durante el cual se postularon cinco candidatos al trono. Para evitar una guerra civil, del proceso para reconocer al nuevo monarca se encargaron los Parlamentos como expresión de la voluntad de sus respectivas sociedades. Entre enormes dificultades, enfrentamientos entre bandos, el asesinato del arzobispo de Zaragoza y tras la batalla de Murviedro, los representantes de los reinos y principados alcanzaron el punto crítico de las negociaciones con la Concordia de Alcañiz, que en febrero de 1412 fijó el procedimiento para designar los nueve jueces o compromisarios que, cuatro meses más tarde, en el denominado Compromiso de Caspe, otorgaron la corona aragonesa de forma unánime y sin discrepancias a Fernando de Antequera, regente de Castilla, hijo de Juan I de Castilla y de la infanta Leonor, hermana del rey Martín. Consenso, concordia y compromiso son los tres elementos que definieron la voluntad política de aragoneses, catalanes, valencianos y mallorquines para solucionar un interregno que podría haber destruido la unidad de la Corona de Aragón.